El autoengaño (Parte IV)

El conocimiento de sí que procede del Espíritu trae consuelo, pues nos conduce a la Cruz de Cristo, que es el trono de la gracia en el que alcanzamos perdón y misericordia.

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El texto del P. Sladek sobre el autoengaño, que leímos en estos últimos tres días, nos mostró cuán importante es cuidarnos de la ceguera espiritual y evitar cualquier fingimiento en nuestra imitación de Cristo. Jesús nos advierte de esta ceguera al hablar de la viga que llevamos en nuestro ojo sin darnos cuenta (cf. Mt 7,5).

¿Cómo puede surgir un autoengaño y cómo puede ser superado?

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El autoengaño (Parte III)

«La separación entre la ‘cabeza’ y el ‘corazón’, es la tentación particular de los intelectuales»

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En este día, concluiremos el texto del autoengaño y de la ceguera espiritual que habíamos venido leyendo en los últimos días. Después, hará falta mencionar algunas conclusiones y recomendaciones acerca de las causas que favorecen el autoengaño y cómo podemos despertar de él. A esto nos dedicaremos en la reflexión de mañana.

Ahora retomemos el texto del P. Sladek con algunos comentarios personales míos.

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El autoengaño (Parte II)

«No debemos tener temor de reconocernos tal cual somos. Lo que sí debe preocuparnos es que podamos todavía vivir en alguna forma de ceguera…»

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A partir de ayer, estamos reflexionando sobre un importante tema espiritual, que ha de ayudarnos a despertar enteramente a la verdad, para que nuestro seguimiento de Cristo quede libre de ilusiones y nuestro testimonio pueda así ser más eficaz en el mundo. Se trata del “autoengaño”…

En uno de los salmos podemos leer las siguientes palabras: “¿Quién se da cuenta de sus propios yerros? De las faltas ocultas límpiame.” (Sal 19,13). En varios pasajes del Nuevo Testamento, Jesús señala la ceguera de los fariseos y de los escribas. Dios conoce el corazón del hombre y nada está escondido ante Él.

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El autoengaño (Parte I)

El conocimiento de sí mismo a la luz de Dios

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Durante los próximos días, trataremos un tema de mucha importancia, que podrá ser de gran provecho para nuestro camino de seguimiento de Cristo: el autoengaño. Tomaremos como base un texto escrito por el Padre Paulus Sladek OSA. Éste podrá servirnos en muchos aspectos, pero en primer lugar será para conocernos mejor a nosotros mismos, lo cual es esencial para llevar una auténtica vida espiritual. Por otra parte, el texto también nos dará pautas para realizar un discernimiento de los espíritus más acertado, de manera que podamos ayudar a personas que viven en un autoengaño, sea total o parcial.

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Quiero

«Cuando Jesús bajó del monte…» –Éste es el descenso del «Monte de las Bienaventuranzas», donde tiene lugar esta escena…

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Mt 8,1-4

Cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres puedes limpiarme.” Él extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda limpio.” Y al instante quedó limpio de su lepra. Jesús le dijo: “Mira, no se lo digas a nadie. Pero vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.”

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Edificar la casa sobre la confianza en Dios

«Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca»

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Mt 7,21-29

Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’ Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

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El testimonio de Juan

El mismísimo lugar donde nació el Precursor, ein Ein Karem, en la región montañosa de Judea.

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Hch 13,16.22-26

Pablo se levantó, hizo una señal con la mano y dijo: “Israelitas y cuantos teméis a Dios, escuchad: Dios depuso a Saúl y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: ‘He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera.’ De su descendencia, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús. Juan predicó como precursor, antes de su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel. Al final de su carrera, Juan decía: ‘Yo no soy el que vosotros os pensáis; sabed que viene detrás de mí uno a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies.’ Hermanos, hijos de la raza de Abrahán, y cuantos entre vosotros teméis a Dios: a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación.”

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La oración de Ezequías

«Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres.»

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2Re 19,9b-11.14-21.31-35a.36

Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías, con esta misiva: “Esto diréis a Ezequías, rey de Judá: Que tu Dios, en el que confías, no te engañe, diciendo que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído cómo los reyes de Asiria han tratado a todos los países, entregándolos al anatema, ¿y vas tú a librarte?” Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió al templo y abrió el rollo de carta ante Yahvé.

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La medida de Dios

«Seréis juzgados con el juicio con que juzguéis»

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Mt 7,1-5

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No juzguéis, para no ser juzgados. Porque seréis juzgados con el juicio con que juzguéis, y seréis medidos con la medida con que midáis. ¿Cómo eres capaz de mirar la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.”

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Ser valientes para el Señor

«No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.»

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Mt 10,26-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No les tengáis miedo, pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que yo os digo en voz baja, proclamadlo desde los terrados. No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la Gehenna.

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