“SED SOBRIOS Y VIGILAD”

Jerusalén,13 de mayo de 2025

El 8 de mayo de 2025, a última hora de la tarde, se dio a conocer el resultado del cónclave en Roma: el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost fue elegido como nuevo Pontífice de la Iglesia Católica.

Por mi parte, habría considerado oportuno que se atendiera la sugerencia del arzobispo Carlo Maria Viganò (que el filósofo Josef Seifert había presentado nuevamente al decano del Colegio Cardenalicio) de realizar una investigación previa al Cónclave sobre ciertas cuestiones que podrían generar incertidumbre sobre la validez de esta elección. Lamentablemente, no se llevó a cabo ninguna investigación, por lo que algunos católicos tienen dudas sobre la legitimidad de esta elección y piensan que podría haber sido —o de hecho fue— inválida.

La mayoría de los católicos, sin embargo, no albergan tales incertidumbres. Yo, por mi parte, no me detengo en este asunto, ya que debería ser esclarecido a nivel jurídico por personas conocedoras de esta materia.

Mi enfoque siempre ha sido y será otro. Es evidente que el predecesor del Pontífice ahora electo guió a la Iglesia por un camino equivocado, y no pocos fieles se dieron cuenta de esto. En diversas publicaciones, afirmé claramente que el alejamiento de la doctrina había perjudicado a la autoridad espiritual del papa hasta el punto de que ya no era posible obedecerle. Además, se hizo cada vez más evidente que un espíritu distinto había obtenido gran influencia sobre el jefe supremo de la jerarquía eclesiástica y que, por tanto, un «falso profeta» se estaba valiendo del ministerio petrino para llevar adelante una agenda luciferina.

Para fundamentar lo que acabo de decir, quisiera remitir a los lectores a mis diversas publicaciones, especialmente a la serie sobre «Las cinco heridas de la Iglesia», que le fueron infligidas en el pontificado anterior1.

No soy el único que ha abordado estas cuestiones, sino que diversos autores han denunciado en numerosas publicaciones las desviaciones del pontificado anterior. Yo, por mi parte, considero que la Iglesia se encuentra en un estado de grave emergencia.

En resumen, tuvimos que sufrir durante más de una década bajo un pontificado que, desde el punto de vista de la fe, llevó a la Iglesia a una especie de agonía. Para que vuelva al camino trazado por Dios, sería necesario rechazar claramente el fallido pontificado anterior y corregir todos sus errores y desviaciones.

La elección de León XIV

¿Responderá el nuevo papa escogido por el cónclave a esta exigencia y corregirá el rumbo equivocado del pontificado anterior? Aún es demasiado pronto para dar una respuesta fundada. Sin embargo, sólo si realiza esta corrección, León XIV podrá ganarse la lealtad de aquellos que se distanciaron del curso previo y lo identificaron como un engaño. En cambio, si continuara con la dirección del pontificado anterior, aunque fuera sólo tolerando tácitamente los errores o pasándolos por alto, sería una confirmación de esta nefasta dirección. Así, la situación empeoraría aún más.

Para alegría de los católicos tradicionales, León XIV irradia un aire más católico que su predecesor. Con sus palabras y gestos, refleja mejor lo que se espera del comportamiento de un papa: el uso del latín en la liturgia, en el rezo del Avemaría o en el canto del Regina Caeli, una vestimenta más digna y tradicional, entre otras cosas. Es reconfortante volver a respirar un aire más fuertemente católico, por así decir. Muchos lo ven como un signo de esperanza y lo interpretan como señal de que ahora llega el cambio que habían estado esperando.

Sin embargo, hemos de permanecer sobrios y vigilantes. Las almas católicas han sufrido mucho bajo el pontificado pasado y, en consecuencia, están anhelando consolarse y aclamar al hombre que ahora ha ascendido al trono de Pedro. Además, ponen su esperanza en la gracia especial del ministerio petrino, que guiará al nuevo papa para unir y reconciliar a la Iglesia. Pero, aunque sea doloroso, hay que recordar que también con Francisco se esperaba que sucediera esto y, sin embargo, esta esperanza no se hizo realidad.

En el poco tiempo transcurrido desde la elección, aún no ha sucedido nada relevante como para determinar la dirección que emprenderá el nuevo Pontífice. Si damos demasiado peso a los primeros gestos y signos externos, debemos tener cuidado de no dejarnos llevar por nuestros propios deseos e ilusiones, y posiblemente alimentar falsas esperanzas. Simplemente es demasiado pronto para sacar conclusiones. En lugar de ello, hemos de pedir una clara guía del Espíritu Santo. Es Él quien quiere restablecer el orden de Dios en todo. Queda por ver si el nuevo papa, elegido por los cardenales, será un instrumento para ello. La euforia estaría fuera de lugar y dificultaría una valoración realista de la situación en base a los hechos.

En los discursos pronunciados hasta la fecha por León XIV, además de palabras positivas, ha habido referencias extrañas a una «Iglesia sinodal». También da mucho que pensar el homenaje especial que se rinde a Francisco en el marco de la exhortación a continuar recorriendo el camino trazado por el Concilio Vaticano II. Hay que escuchar atentamente tales palabras:

Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren” (Primer discurso desde el balcón de la plaza de San Pedro del Vaticano, 8 de mayo de 2025).

Y a este propósito, quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium” (Discurso al Colegio Cardenalicio, 10 de mayo de 2025).

En una reciente entrevista tras la elección de León XIV, el obispo auxiliar Athanasius Schneider sugirió que el primer compromiso de un papa no debe ser un Concilio específico, sino la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia en su integridad. Además, recordó los puntos decisivos que deberán aclararse en este nuevo pontificado.2

La Iglesia en el desierto

Conviene que la «Iglesia en el desierto» —es decir, aquellos fieles que, por buenos motivos, se distanciaron del pontificado anterior y no siguieron el rumbo erróneo—, permanezca sobria y vigilante para observar si realmente se produce un cambio sustancial.

El desierto espiritual es un buen lugar para examinar ante el Señor, a través de la oración y la reflexión, lo que tenemos por delante. Todos nos alegraríamos si León XIV fuera el papa que sacara a la Iglesia de las tinieblas del error y la devolviera a la luz de la verdad, conforme a la Sagrada Escritura y la Tradición.

Sin embargo, si esto no sucediera, el engaño que ha penetrado en la Iglesia se extendería aún más y encontraría confirmación en el nuevo pontificado. Si, por gracia de Dios, uno reconoce a tiempo una situación así, estará en mejores condiciones de librar el debido combate espiritual.

No podemos pasar por alto que los poderes anticristianos, que ya predominan en el mundo, han penetrado masivamente en la Santa Iglesia. Sus mayores adversarios son los fieles que se aferran al testimonio de Jesús y no se dejan confundir. Por tanto, hay que estar muy atentos para ver si esos poderes intentan ahora engañar a los pocos fieles que hasta ahora les habían ofrecido resistencia, con el fin de quebrantarla.

En ese sentido, hemos de observar con atención si se produce realmente una mejora con las debidas correcciones. Por tanto, no hay motivo para salir del desierto aún. En caso de que el rumbo de Francisco siguiera adelante en el pontificado actual, se multiplicarían las razones para retirarse al desierto y ofrecer resistencia espiritual desde ahí.

1 https://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2025/03/LAS-CINCO-HERIDAS-DE-LA-IGLESIA.pdf

Me refiero a los errores contenidos en Amoris Laetitia, a la Declaración de Abu Dabi, al culto idolátrico a la Pachamama en los Jardines Vaticanos y en la Basílica de San Pedro (que hasta la fecha no ha sido expiado públicamente). También me refiero a la cooperación totalmente acrítica entre la Iglesia y el Estado en lo referente a las medidas del coronavirus, con la promoción de una vacuna peligrosa y moralmente cuestionable, así como al Motu Proprio Traditionis Custodes, que restringió considerablemente la celebración de la Misa Tradicional.

Además de estas cinco «heridas», hay que mencionar la declaración Fiducia Supplicans, que insta a bendecir a parejas homosexuales y que el Cardenal Müller calificó de blasfemia, y que muchos obispos católicos —especialmente en África— rechazaron (https://es.elijamission.net/blog-post/fiducia-supplicans-la-flagelacion-del-senor/). Tampoco podemos olvidar las declaraciones públicas de Francisco en Singapur, en las que afirmaba que todas las religiones son un camino hacia Dios, lo que reduciría al absurdo la misión de la Iglesia de llevar el Evangelio a todos los hombres (https://es.elijamission.net/blog-post/la-consumacion-de-la-traicion/). Asimismo, es necesario tener presente el «camino sinodal» impulsado en el último pontificado, que muchos críticos consideran una remodelación de la Iglesia para convertirla en una institución más bien democrática.

2 https://www.lifesitenews.com/analysis/bishop-schneider-popes-first-commitment-is-to-the-gospel-not-vatican-ii/?utm_source=featured-news&utm_campaign=usa

Según Monseñor Athanasius Schneider los tres puntos esenciales que deberían esclarecerse son: 1. La verdad sobre la singularidad de Jesucristo como único camino de salvación y que las demás religiones no son medios de gracia ni caminos de salvación. Esto debe expresarse con una afirmación cristalina. 2. El orden divino de la sexualidad humana debe abordarse con una formulación muy clara. Las principales cuestiones en torno a este tema, que evidentemente causan tanta confusión en la Iglesia de nuestro tiempo, son la inmoralidad intrínseca y la maldad de los actos y estilos de vida homosexuales y el divorcio. Es necesario insistir en ello, así como en la indisolubilidad del matrimonio. 3. Una aclaración solemne y definitiva sobre el sacramento de la ordenación sacerdotal, afirmando que éste -al estar contenido en tres grados (episcopado, presbiterado y diaconado) en un único sacramento- está reservado por derecho divino a los fieles de sexo masculino.

También se pronunció a favor de que se retire el documento Traditionis custodis y mencionó la importancia de nombrar buenos obispos.