PERSECUCIÓN RELIGIOSA DENTRO Y FUERA DE LA IGLESIA

Reflexiones generales

Desde los inicios de la historia de la Iglesia los fieles han sufrido persecución. Incluso en el Antiguo Testamento se nos relatan historias de judíos fieles que preferían morir antes que sacrificar a los ídolos o ingerir alimentos que les estaban prohibidos por motivos religiosos.

Si lo miramos más a fondo, son los ángeles caídos quienes actúan “detrás de las cortinas”, queriendo contagiar a los hombres su desobediencia y rebelión contra Dios para alejarlos de Él. Aunque no haga falta mencionar una y otra vez a estos poderes de la oscuridad, hay que tenerlos presentes para poder comprender en toda su dimensión el tema que vamos a abordar.

En la Palabra de Dios encontramos la razón de fondo por la cual el Señor fue rechazado: “Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1,5.11).

Desde la perspectiva de la fe, la persecución religiosa consiste en que la verdad de Dios es atacada y, en consecuencia, la persona que quiere ser obediente a ella es perseguida.

Pero debemos comprender que no sólo los creyentes son el blanco de los ataques del Maligno; sino que todo el género humano es atacado por él para que los hombres no alcancen la meta para la cual fueron creados ni capten el sentido de su existencia. En este sentido, también aquellas personas que se han cerrado a la fe y creen poder construir un mundo sin Dios o ejercer poder sin rendirle cuentas, han caído víctimas de los ataques del Maligno. Han sucumbido a un engaño y, por tanto, ya no viven conforme a la verdad más profunda de su existencia. A raíz de ello, pueden a veces convertirse incluso en cómplices de los ángeles caídos y de sus planes inicuos, aun sin saberlo.

Pero el enfoque de esta conferencia es la persecución de los fieles, que quieren servir conscientemente a Dios e intentan evitar todo aquello que pudiese desagradarle. El tema presente se relaciona con mi último video: “Las sombras anticristianas crecen”[1], así como también con otras conferencias que he publicado anteriormente. Aunque me refiero de forma particular a los católicos, ciertamente muchos puntos se aplican a todos los cristianos creyentes, y algunos incluso cuentan para aquellas personas de buena voluntad, que quieren vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios.

La persecución en la vida de Jesús

Si nos fijamos en la historia de nuestra fe cristiana, encontramos esta persecución religiosa primero en la vida de Jesús mismo y después en la vida de sus discípulos. En cierto modo, la persecución forma parte del “valle de lágrimas” en el que vivimos en la tierra, donde la luz y las tinieblas aún no han sido separadas definitivamente. Los poderes del mal pueden seguir obrando hasta el momento en que el Señor ponga fin a este drama de una vez y para siempre, y los suyos habiten con Él en una seguridad imperturbable y una paz eterna.

Las persecuciones resultan particularmente dolorosas cuando provienen de nuestros propios “hermanos”, es decir, de aquellos que comparten la misma fe y están llamados a trabajar con nosotros por el Reino de Dios. Pero recordemos y cobremos consciencia una vez más de las palabras del Prólogo de San Juan: “Los suyos no lo recibieron”.

Jesús fue perseguido por aquellos a quienes había sido enviado, por aquellos a quienes debía revelar el amor del Padre, por aquellos que habían sido testigos de sus milagros y signos salvíficos.

En lugar de reconocer que la fe judía había llegado a su plenitud por la venida del Mesías, los líderes religiosos de la época consideraron a Jesús como un rebelde, un arrogante, un peligro para el pueblo, un blasfemo, un poseído por demonios, etc. No quisieron ver los signos que Él realizaba, pues éstos se convertían cada vez más en una amenaza para ellos. Lo vemos con toda claridad en el pasaje de la resurrección de Lázaro, que llevó a los jefes religiosos a la decisión de dar muerte a Jesús (cf. Jn 11,53).

Sin embargo, para poder matar a Jesús como un malhechor que atentaba contra la religión, las autoridades religiosas se aliaron con la autoridad civil. De hecho, la utilizaron para crucificar a Jesús. Conocemos las vacilaciones de Pilato a la hora de condenarlo a muerte, porque notaba el verdadero motivo de los jefes religiosos (Mt 27,18), pero terminó cediendo a su presión.

Para seguir desarrollando nuestro tema, aplicándolo ahora a nuestros días, quedémonos con este punto clave: La autoridad religiosa de aquella época, en cooperación con la autoridad civil, fue responsable de la persecución y muerte del Hijo de Dios. Lo mismo sucedió a continuación con sus apóstoles y discípulos.

¿Cuál es la situación en el año 2024?

En muchas partes del mundo, percibimos fuertes influencias anticristianas, por no decir un dominio anticristiano. En naciones y estados que en otro tiempo eran cristianos, se están aplicando políticas que, por ejemplo, ya no garantizan la protección del niño en el vientre materno; políticas que promueven el aborto y atrocidades semejantes, que se alejan cada vez más de los mandamientos de Dios y dejan tras de sí un caos moral, seguido por un caos político.

El dominio de los poderes de las tinieblas resulta evidente, y el Estado pierde cada vez más las condiciones bajo las cuales puede desarrollarse una vida libre y grata a los ojos de Dios. Cuanto más fuerte se vuelve la influencia anticristiana, más atribulados se ven los fieles, porque los poderes estatales suelen poseer todos los medios de poder externos para ejercer su influencia mediante propaganda y manipulaciones de todo tipo.

Basta pensar en cómo pudo promoverse y llevarse a cabo en casi todo el mundo una nociva campaña de vacunación, que no había sido suficientemente examinada ni se permitía que fuese cuestionada por los científicos en un debate abierto. En caso de que un médico o científico se atreviera a criticarla, no pocas veces eran tachados de conspiracionistas e incluso se les destituía de sus cargos. Hasta el día de hoy siguen defendiéndose las medidas a veces absurdas de los gobiernos, aunque resulta cada vez más evidente que las vacunas causaron y pueden seguir causando graves daños e incluso muertes.

Así, los fieles se ven cada vez más amenazados por una política hostil a la fe y rodeados por una sociedad cada vez más impregnada de una mentalidad anticristiana.

¿Qué significa para los fieles el peligro de una persecución?

En situaciones que suponen una amenaza, normalmente los fieles buscan orientación en la cabeza de la Iglesia. De ella esperan recibir pautas sobre cómo afrontar el creciente peligro en el mundo que les rodea, y confían en que la Iglesia se muestre como un bastión de resistencia espiritual contra los avances anticristianos.

Dentro de la Iglesia Católica, el Sumo Pontífice y los obispos ocupan una posición especial. Los pastores han recibido de Dios el encargo de guiar y proteger al rebaño. Por ello, con justa razón gozan de la confianza de los fieles y pueden contar con su obediencia religiosa.

Sin embargo, este maravilloso orden espiritual sólo puede ser fructífero y legítimo si se dan las condiciones espirituales para ello; a saber, que el Papa y los obispos se encuentren ellos mismos bajo la guía del Espíritu Santo.

Por desgracia, este ya no es el caso en el pontificado del Papa Francisco. En puntos decisivos ya no está en línea con el camino precedente de la Iglesia, y ha perdido paulatinamente la autoridad espiritual bajo la infuencia del modernismo, que viene afectando a la Iglesia desde hace un buen tiempo. La consecuencia es que el veneno de las falsas doctrinas y prácticas se ha difundido en la Iglesia a tal punto que hay que hablar de una apostasía parcial.

Especialmente las recientes declaraciones del Papa Francisco –contradictorias con la Sagrada Escritura y la doctrina de la Iglesia– de que todas las religiones son un camino hacia Dios, deberían ser una fuerte llamada de alerta para los fieles[2]. A estas alturas, a más tardar, hay que reconocer que el que ocupa actualmente el ministerio petrino se encuentra bajo la influencia de un “espíritu distinto” (cf. 2Cor 11,4).

Pero no son únicamente estas últimas declaraciones del Papa Francisco las que lo muestran, sino que a lo largo de los últimos años viene manifestándose un rumbo equivocado, que quiere destruir a la Iglesia o transformarla en una entidad distinta. He abordado estos desarrollos en una serie de videos titulada “Las cinco heridas de la Iglesia” [3], así como también por escrito en mi blog[4].

Por tanto, hay que constatar con gran dolor que los fieles ya no pueden acatar las orientaciones de la jerarquía actual sin poner en peligro su fe. Si aquel que reviste el ministerio petrino actúa como un falso profeta sin ser corregido por el episcopado actual –que más bien acoge de buen grado sus directrices, las aplica, las tolera tácitamente y no las contradice abiertamente–, entonces los fieles se encuentran en una situación de emergencia.

Privados de un liderazgo fiable, tienen que experimentar cómo el espíritu anticristiano penetra cada vez más profundamente en la Iglesia, mientras que los pastores –con pocas excepciones– no sólo no ofrecen resistencia, sino que incluso cooperan en este avance. Esto significa que el enemigo se ha instalado en el interior de la Iglesia y que comenzarán las respectivas persecuciones para los que se resistan.

Las consecuencias para los fieles

Hoy vemos que aquellos fieles que quieren permanecer fieles a la Iglesia –es decir, a su doctrina, a su moral, a su tradición, a su misión– se encuentran en contradicción con la línea del Pontificado actual. Esta situación representa para ellos una gran aflicción a nivel interior, así como también a nivel exterior, en cuanto que pueden verse perseguidos por la jerarquía eclesiástica. Esto se aplica especialmente a los sacerdotes y religiosos, cuando no están dispuestos a seguir los errores de la autoridad suprema de la Iglesia o de sus superiores. Se les amenaza con la suspensión e incluso obispos que no son culpables de otro cargo que el de no seguir lo que consideran una agenda errónea del Papa, pueden ser retirados de su diócesis. Tales casos ya han sucedido[5].

El medio al que suele recurrirse para urgir a los fieles a seguir el rumbo deseado por la jerarquía actual es el de la obediencia religiosa. Sin duda, se trata de una gran virtud, pero conduce al abuso si no está centrada en Dios y se la quiere usar para fomentar caminos que se desvían de su Voluntad.

Esta situación crea una profunda aflicción interior para los fieles: si siguen los dictados de su conciencia, puede suceder que se vean impedidos a seguir los lineamientos de la actual jerarquía eclesiástica en puntos esenciales. Esto conlleva las respectivas consecuencias y causa un profundo dolor interior, puesto que normalmente los fieles están comprometidos a obedecer y, en circunstancias normales, lo harían de buen grado.

En cierto sentido, puede hablarse aquí de una “persecución interior”, puesto que el creyente tiene que defender la verdad contra el error que quiere imponerse incluso mediante la exigencia de la obediencia religiosa. Aquí pueden surgir discordias, incluso en el seno de la familia; puede experimentarse una marginación y la privación del hogar espiritual que uno ama y al que estaba habituado.

Pero este sacrificio por causa del Señor es inevitable si queremos permanecer fieles a la verdad. En tal situación, no debemos desanimarnos, sino aprender a afrontar las persecuciones en el Espíritu del Señor. Así, las “persecuciones interiores” se convierten en un entrenamiento para arraigarnos cada vez más profundamente en la verdad, a fin de estar preparados también para las persecuciones exteriores. El Señor sabrá recompensar la fidelidad y fortalecerá interiormente a los fieles en este combate.

Los reproches y acusaciones de parte de aquellos que defienden y justifican la línea del Papa Francisco emplearán un lenguaje religioso. Es posible que los fieles sean acusados de causar cisma, de ser desobedientes, arrogantes y hostiles, de que ambicionan poder, de que no respetan la autoridad instituida por Dios, de ser rigoristas… Sin embargo, tendremos que soportar todo esto por causa de la verdad, aprendiendo a afrontarlo de una manera espiritual. Esta “manera espiritual” significa no buscar simplemente salir en defensa de uno mismo, sino –en la medida de lo posible– señalar los errores de este Pontificado con la fuerza de la oración y la verdad de la doctrina. Gracias a Dios hay una que otra voz en el episcopado que se atreve a hacerlo y se convierte así en ayuda para los fieles[6].

Además, no hay que cerrar los ojos ante el hecho de que el Pontificado actual ya ha sellado estechas alianzas con sistemas políticos anticristianos. Pensemos, por ejemplo, en el desastroso engaño de la crisis del coronavirus., en el que la jerarquía eclesiástica no sólo implementó de forma acrítica las medidas de los gobiernos y de las fuerzas que estaban detrás de éstos, sino que a veces incluso fue pionera a la hora de introducir medidas perjudiciales o de darles una justificación religiosa[7].

Si incluso se llegó a instalar centros de vacunación en lugares sagrados, como fue el caso en la Catedral de Viena[8], esto muestra claramente el grado de confusión reinante. Hasta el día de hoy, apenas se ha escuchado a algún organismo estatal o a algún alto representante de la Iglesia pidiendo disculpas por haber perjudicado a muchas personas con sus medidas, ni han mostrado estar conscientes de que cayeron ellos mismos en un grave engaño.

No olvidemos que muchos de los que se opusieron a la campaña de vacunación sufrieron grandes represalias y a veces incluso fueron impedidos de ejercer su profesión. Una gran parte de los fieles fue privada de los sacramentos, las iglesias fueron cerradas y se dejó solos a los moribundos, sin apoyo familiar. Experimentamos aquí una especie de persecución, en la que el Estado y la Iglesia trabajaron de la mano.

Si surge una “alianza impía” entre el Estado y la Iglesia –y son cada vez más los indicios que apuntan a ello–, entonces una Iglesia interiormente debilitada y corrompida puede fácilmente ser usada para perseguir metas anticristianas.

¿Qué les corresponde hacer a los fieles?

  1. ¡No tengáis miedo!

Esto es lo primero que Dios nos pide. Si Él permite una situación tal para sus fieles, entonces también les dará todas las gracias necesarias para atravesar esas etapas tan difíciles en el camino de seguimiento de Cristo.

Se requiere nuestra fe firme y gran confianza en el Señor. Estas son las anclas a las que nos aferramos cuando estallan las tempestades. Si dejamos que el miedo y la ansiedad dominen nuestra vida, el enemigo ya tendría una gran ventaja de la que se serviría. La fuerza para defendernos en la persecución o para soportarla con dignidad no procede en primer lugar de nuestra propia capacidad, sino que es el Señor con su Espíritu de fortaleza el que nos hace capaces de pisotear “leones y dragones” (Sal 91,13).

  1. ¡No os dejéis confundir!

El problema no está en los fieles, sino en aquellos que se alejan de las enseñanzas del Evangelio y de la auténtica doctrina de la Iglesia. ¡Hay que decirlo claramente! O bien hemos de enfrentarnos decididamente a los intentos de justificar los errores actuales o, si no nos sentimos capaces de ello, hemos de sustraernos.

En la Carta a los Gálatas, San Pablo nos dejó frases fuertes que son de gran ayuda por su claridad:

“No es que haya otro [Evangelio], sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!” (Gal 1,7-8).

Hay que decirlo sin rodeos: aquel que, por ejemplo, quiera inducir a los sacerdotes y obispos a bendecir parejas homosexuales[9], aquel que diga que todas las religiones son un camino hacia Dios, no habla ni en nombre del Evangelio ni en nombre de la Iglesia. Antes bien, confunde a las personas.

  1. ¡Enrolaos en el combate espiritual contra el Anticristo!

La Carta a los Efesios nos recuerda con toda claridad quién es el verdadero enemigo y cómo enfrentarnos a él. Son los “principados y las potestades”, “los espíritus malignos” (Ef 6,12), que ejercen su influencia sobre aquellos que se dejan engañar por ellos. En realidad, en el trasfondo son ellos los perseguidores, pero las personas pueden convertirse en colabodores suyos, aun sin saberlo.

Debemos realizar muy conscientemente el paso de enrolarnos en el combate espiritual. Junto con la constatación de que una gran parte del mundo –y lamentablemente también las autoridades actuales en la Iglesia, que deberían ser un baluarte en la resistencia espiritual– se encuentran parcialmente bajo el dominio del “príncipe de este mundo”, también hemos de percibir la situación de persecución en la que nos encontramos ya, así como la que se avecina.

Las Sagradas Escrituras predicen que al final de los tiempos vendrá el Anticristo (2Tes 2,3), que ha tenido muchos precursores a lo largo de la historia. Éste se apoderará del dominio del mundo por un tiempo y se sentará en el Santuario de Dios (v. 4). Será una especie de imitación o falsificación del Reinado de Cristo. De su lado tendrá a un falso profeta, que seducirá a los hombres para rendir homenaje al Anticristo (cf. Ap 13,11-14).

Debemos estar muy vigilantes para ver si acaso es inminente la venida de este Anticristo, que querrá ejercer dominio sobre el mundo entero y usurpar el lugar de Dios. Desde esta perspectiva, hay que examinar cuidadosamente si el actual Jefe Supremo de la Iglesia no está siendo utilizado por los poderes de las tinieblas para, una vez debilitada e infiltrada la Iglesia, entregarla en manos del Anticristo.

  1. Iglesia en el desierto

En la medida en que aumente la intensidad de la persecución dentro y fuera de la Iglesia, los fieles tendrán que retirarse a un desierto espiritual. Si les resulta cada vez más difícil o incluso imposible conciliar con su conciencia la participación en la vida de la Iglesia como estaban habituados a hacerlo, entonces tendrán que surgir oasis en los que la fe católica pueda seguir viviéndose sin recortes.

La Iglesia Católica nunca podrá ser destruida, aun si la actual jerarquía cae cada vez más en la apostasía o incluso pretenda convertirla en una especie de “anti-Iglesia ecuménica”.

Conclusión

Los fieles tienen que prepararse para la persecución. En efecto, la persecución siempre ha estado presente a lo largo de la historia, y hoy puede incluso volverse gobal si un poder político centralizado consigue ejercer su influencia en prácticamente todos los países. Hoy en día existen las posibilidades técnicas para ello. Por ejemplo, si consideramos la Unión Europea como una entidad política relevante, vemos que ésta se guía principalmente por políticas anticristianas. Lo mismo ocurre con la mayoría de las grandes organizaciones políticas.

Como he intentado señalar, la Iglesia se encuentra tan debilitada y desorientada –especialmente en el Pontificado actual– que parece más inclinada a aplaudir a un poder político global antes que ser una voz de corrección profética y un refugio para los fieles.

Por tanto, hemos de poner toda nuestra confianza en Dios. Él no dejará a sus fieles sin guía, ni aunque los llamados a guiarlos se descarríen. Por mi parte, yo intento ofrecer ayuda en este inevitable combate con mis conferencias[10] y las meditaciones diarias[11].

En estos tiempos de gran confusión dentro de la Iglesia, debemos adherirnos aún más a la Sagrada Escritura y a la doctrina inalterada de la Iglesia. En lo que respecta al clero, sólo podemos esperar ayuda de aquellos que se han distanciado claramente del rumbo emprendido por el pontificado actual y hayan mostrado inquebrantable fidelidad a la fe católica de siempre.

Estos tiempos de tribulación son tiempos de prueba. Con la ayuda de Dios, hemos de resistir y crecer espiritualmente en ellos. Dios se vale de estos tiempos difíciles para el bien de sus fieles, para purificarlos y para que la Iglesia vuelva a florecer incluso bajo la persecución. Podemos aferrarnos a esta esperanza, que nos ayudará a no sucumbir bajo la pesada carga, que podemos considerar como la hora de la “crucifixión de la Iglesia”, y nos dará la fuerza para volvernos a levantar como lo hizo nuestro Señor en el Vía Crucis. Después de la crucifixión viene la Resurrección. Con la mirada puesta en el Retorno del Señor, salimos a su encuentro. ¡Que, al volver, Él pueda encontrar fieles en quienes la caridad no se ha enfriado (cf. Mt 24,12)!

 

[1] https://youtu.be/SH3xVe2jH0c

[2] El 13 de septiembre de 2024, en un encuentro interreligioso con jóvenes en Singapur, el Papa Francisco afirmó que “todas las religiones son un camino para llegar a Dios” y representan sólo “distintos lenguajes” (https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=50407).

[3] 1era HERIDA DE LA IGLESIA (Amoris Laetitia): https://spiritustv.com/watch/conferencia-2-primera-herida-amoris-laetita_EaSfOKhSekEn3Yr.html

2da HERIDA DE LA IGLESIA (Abu Dabi): https://spiritustv.com/watch/conferencia-3-segunda-herida-la-declaración-de-abu-dhabi_uFrfLhGQUlxGmHu.html

3era HERIDA DE LA IGLESIA (El culto a la Pachamama): https://spiritustv.com/watch/conferencia-4-tercera-herida-el-culto-a-la-pachamama-en-el-vaticano_UXHf6qsbxa3qWcp.html

4ta HERIDA DE LA IGLESIA (Traditiones Custodes): https://spiritustv.com/watch/conferencia-5-cuarta-herida-la-lucha-contra-la-tradición_uSw3lNBjCRWhifZ.html

5ta HERIDA DE LA IGLESIA (Malsana alianza entre el Estado y la Iglesia): https://spiritustv.com/watch/conferencia-6-quinta-herida-alianza-imp%C3%ADa-entre-el-estado-y-la-iglesia_C3xztLSVKM11WH8.html

[4] https://es.elijamission.net/blog/

[5] Por ejemplo, el obispo Joseph Strickland fue removido de su diócesis de Taylor (Texas). Ante la falta de motivos que el Vaticano dio para esta decisión, se le preguntó a él mismo cómo se lo explicaba, a lo que él respondió: «La única respuesta que tengo a eso es porque hay fuerzas en la Iglesia que ahora mismo no quieren la verdad del Evangelio».

[6] Entre ellos podemos contar al cardenal Raymond Burke y Gerhard Müller, al obispo Athanasius Schneider, Joseph Strickland y Marian Eleganti, al arzobispo Carlo Maria Viganò, entre otros.

[7] Por ejemplo, el Papa Francisco introdujo en el Vaticano una ordenanza según la cual los trabajadores y visitantes de la Ciudad del Vaticano debían presentar un certificado sanitario del Covid-19, que acreditara la vacunación o la inmunización tras haber pasado la enfermedad (https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/el-papa-hace-obligatorio-el-certificado-covid-para-entrar-al-vaticano-6743). Además, instó una y otra vez a los fieles a inocularse, incluso ejerciendo una presión moral sobre ellos: “Vacunarse (…) es un acto de amor: amor por uno mismo, amor por la familia y los amigos, amor por todos los pueblos” (https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-08/papa-francisco-coronavirus-vacunarse-campana.html).

[8] https://www.orderofmalta.int/es/noticias/vacunacion-en-viena-centro-abierto-en-la-catedral-de-san-esteban/

[9] En la declaración “Fiducia supplicans” se permite e incluso se recomienda a los sacerdotes bendecir a parejas que viven en relaciones “irregulares”, incluidas las relaciones homosexuales.

[10] https://www.youtube.com/@elijerusalem

[11] es.elijamission.net

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