Jerusalén, 24 de abril de 2025
El 21 de abril de 2025 falleció Francisco tras haber estado al frente de la Iglesia durante más de doce años. Fue una etapa muy difícil para los católicos adheridos a la Tradición de la Iglesia y que querían permanecer fieles a ella. Si uno es católico, por un lado, quiere mostrar la debida obediencia a la persona que ocupa la Cátedra de Pedro, pero, por otro lado, le resulta imposible hacerlo cuando su rumbo es erróneo.
Por tanto, los fieles no solo tenían que librar una batalla espiritual contra la amenaza anticristiana que se respira en el mundo, sino también defenderse de la influencia de este espíritu en la propia Iglesia. Este pontificado deja tras de sí una carga casi insuperable, con procesos de degradación que parecen irreversibles.
Por supuesto que debemos orar por el alma de Francisco, porque el rechazo de su agenda no implica un rechazo a su persona. Aquí es necesario establecer una clara distinción. Así como hay que distinguir entre el abominable pecado y el pecador, también es preciso distinguir entre el error y la persona que yerra. Por tanto, no hay contradicción en rechazar el rumbo equivocado de este pontificado y, al mismo tiempo, orar por aquel que ahora tiene que rendir cuentas ante el Juez divino.
¿Qué pasará ahora?
Algunos depositan sus esperanzas en el próximo Papa, que será elegido próximamente. ¿Están conscientes de que tendría que corregir de raíz todos los errores y extravíos del último pontificado? Habría que escrutar los doce años transcurridos y, además, examinar atentamente cómo fue posible llegar a las derivas que tuvimos que ver en este pontificado. ¿Quién sería el candidato capaz de llevar a cabo esta tarea titánica con determinación? ¿Es realmente concebible que pueda surgir un Papa así de la jerarquía actual? ¡Solo unos pocos se opusieron abiertamente a los errores!
Por supuesto que se puede esperar y pedir a Dios un Papa ortodoxo. No cabe duda de que para Él nada es imposible. Me alegraría mucho si realmente se produjera un cambio y volviéramos a tener un Papa de recta doctrina al frente de la Iglesia, que fuera capaz de limpiar los escombros y ayudar a que la Iglesia vuelva a brillar con la belleza que Dios le ha conferido.
Pero, ¿podemos esperar ya ahora la “resurrección de la Iglesia”, como hacen algunos?
Por mi parte, creo que es prudente prepararse para otra batalla. Pienso que hay que seguir librándola sin tregua y con suma vigilancia. Ahora que Francisco ya no está en el centro de atención —que Dios tenga piedad de su alma—, debemos concentrarnos en las fuerzas que estaban detrás de él y preguntarnos a qué agenda destructiva servía.
Debe quedar claro que durante su pontificado se llevó adelante una agenda luciferina revestida del modernismo y relativismo. Si Lucifer es, en última instancia, el artífice de esta lucha contra la Iglesia y ha logrado gran influencia en el último pontificado —y esto es un hecho—, entonces no descansará hasta encontrar otros instrumentos de los que pueda valerse después de haberlos engañado. Desde mi punto de vista, la influencia de Lucifer sobre la Iglesia no ha sido derrotada solo por la muerte de Francisco. Por tanto, no solo hemos de seguir librando conscientemente el combate espiritual, sino incluso debemos intensificarlo.
La «Iglesia en el desierto» (me refiero a aquellos fieles que han reconocido claramente las derivas de la jerarquía actual y se han distanciado conscientemente de ellas) haría bien en mantenerse muy sobria. Hay que observar atentamente y con espíritu de discernimiento los acontecimientos en torno al próximo cónclave, para ver si la elección de un papa ortodoxo y decidido supone un cambio para la situación o si se sigue adelante —quizá con ligeras modificaciones— en el camino reprobable emprendido en el último pontificado. Los pequeños cambios no bastarían siquiera para reparar mínimamente los graves daños infligidos a la Iglesia.
Hemos de depositar toda nuestra esperanza en el Señor de la Iglesia y permanecer fieles a Él y a sus enseñanzas. Cualquier influencia luciferina, por sutil que sea, debe ser rechazada contundentemente. Si seguimos al Señor, Él sabrá proteger a su rebaño y prepararlo para la siguiente etapa.
Hno. Elías