En varias ocasiones he escrito y hablado sobre el advenimiento del Anticristo. También he abordado este tema en diversas meditaciones diarias, cuando los textos bíblicos se han prestado para ello. Existen además muchos libros que tratan esta temática.
Por tanto, en la presente reflexión no abordaré las señales que preceden a la manifestación del Anticristo a nivel general, sino que me centraré en dos situaciones dolorosas de la actualidad en las que el espíritu anticristiano se ha hecho patente a nivel mundial de forma concreta y ha engañado a muchas personas.
Aunque en otras ocasiones he hablado detalladamente sobre estas dos situaciones, me gustaría hoy traerlas a la memoria, ya que tengo la impresión de que el dominio visible del Anticristo —y asumo que se trata del Anticristo que habrá de manifestarse al Final de los Tiempos— está muy cerca.
Me refiero, en primer lugar, al engaño global relacionado con el coronavirus y, en segundo lugar, a la «ocupación» de la Sede de Pedro, que afecta particularmente a la confesión religiosa más grande del mundo, los católicos, y que, además, repercute considerablemente en toda la cristiandad y en el mundo en general.
Si no se identifican estos dos acontecimientos como un engaño grave y existencial de la humanidad ni se sacan las debidas conclusiones, probablemente será mucho más difícil reconocer el engaño global que se avecina con la llegada del Anticristo, el «hijo de la perdición» (2Tes 2,3).
Parte I
EL ANTICRISTO
Las Sagradas Escrituras atestiguan que la Segunda Venida de Cristo estará precedida por el advenimiento del Anticristo. En la Segunda Carta a los Tesalonicenses, el apóstol san Pablo escribe:
«En cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, os rogamos, hermanos, que no se inquiete fácilmente vuestro ánimo ni os alarméis: ni por revelaciones, ni por rumores, ni por alguna carta que se nos atribuya, como si fuera inminente el día del Señor. Que de ningún modo os engañe nadie, porque primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es adorado, hasta el punto de sentarse él mismo en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios» (2Tes 2,1-4).
Debemos suponer que la manifestación del Anticristo, a su vez, vendrá precedida de engaños que propicien su toma de poder. Estos engaños podrían ser tan sutiles que incluso las personas creyentes podrían caer en ellos.
Muchos de los acontecimientos que están sucediendo en el mundo y en la Iglesia permiten reconocer el actuar del espíritu del Anticristo. Dondequiera que se contradicen los mandamientos de Dios y se niega la venida del Salvador, se puede notar la influencia del espíritu de las tinieblas. Se trata, en primer lugar, de Lucifer mismo, que se rebeló contra Dios al principio y, a lo largo de los siglos, ha intentado apartar a los hombres de la fe e involucrarlos en su propia rebelión. Como atestigua el apóstol san Juan, han aparecido muchos anticristos a lo largo de la historia (cf. 1Jn 2,18), dominados por el espíritu luciferino. El «hijo de la perdición» que se manifestará al Final de los Tiempos, antes del Retorno glorioso de Cristo, pretenderá establecer su dominio a nivel mundial durante el tiempo que Dios permita. Incluso querrá recibir adoración mesiánica.
En su famoso libro Breve relato sobre el Anticristo, el autor ruso Vladimir Soloviev describe cómo el Anticristo consigue engañar a muchas personas e incluso poner de su parte a la mayoría de los cristianos1.
Resulta evidente que la pérdida de la fe cristiana está proliferando. ¿Cuántas personas aún se aferran a los mandamientos de Dios y a las enseñanzas de Cristo como normas vinculantes para su conducta? Al plantearnos esta cuestión, constatamos que una gran apostasía se está apoderando de la sociedad humana y que incluso ha calado profundamente en el seno de la misma Iglesia.
¿Cómo podemos defendernos?
El mejor antídoto contra estos engaños es permanecer firmes en la doctrina y práctica católicas, tal y como fueron transmitidas por los apóstoles y plasmadas con gran claridad en los dogmas de la Iglesia católica. Si esta firmeza viene acompañada de una profunda vida y enseñanza espiritual, será un escudo eficaz contra todos los intentos de relativizar la fe, pasarla por alto, deformarla o incluso adulterarla. Detrás de todas estas pretensiones se puede identificar al Adversario, es decir, el mismo espíritu que dominará al Anticristo.
Sin embargo, sigue en pie una pregunta apremiante: ¿seremos capaces de identificar al «hijo de la perdición»? ¿Quién advertirá a las personas? ¿Qué relación existe entre el engaño global del coronavirus, la ocupación de la Sede Petrina y la toma de poder por parte del Anticristo que parece avecinarse?
Parte II
EL GRAN ENGAÑO DEL CORONAVIRUS
Se trata de un tema exhaustivo sobre el que se puede obtener mucha información a través de medios alternativos, para constatar hasta qué punto la vacuna y las otras medidas gubernamentales contra el coronavirus han interferido en la vida de muchas personas. Los medios de comunicación oficiales o bien guardan silencio sobre este tema, o bien se atienen a la narrativa generalizada que difundió los engaños en torno al Covid-19.
A continuación, señalaré solo algunos puntos —podrían enumerarse muchos más— para recapitular lo sucedido durante la así llamada pandemia2:
– En vista de una temible pandemia que supuestamente cobraría incontables víctimas, desde finales de 2020 se ejerció presión sobre muchas personas para que se vacunaran contra el COVID-19 y se les impusieron diversas medidas que restringieron su libertad. Sin embargo, desde un principio, esta vacuna fue cuestionable.
– Recordemos que normalmente hacía falta un plazo mínimo de ocho años para desarrollar una vacuna. En cambio, la vacuna contra el coronavirus se puso a disposición en un tiempo récord. Se omitieron ensayos con animales y otros experimentos imprescindibles. Esto ya evidencia un manejo irresponsable de la vacuna y, por tanto, supone un riesgo para la salud de las personas.
– Se prometía por doquier que, una vez vacunado, no se contraería el virus ni se contagiaría a otras personas. Sin embargo, ambas afirmaciones resultaron ser falsas.
– Con la ayuda de los medios de comunicación, se presentó una crisis sanitaria catastrófica, cuando en realidad la tasa de mortalidad no fue superior a la de una epidemia de gripe de gravedad media.
– Recordemos que hubo científicos renombrados que cuestionaron los beneficios de la vacuna y señalaron sus peligros, pero estos fueron marginados y, en más de una ocasión, tachados de «conspiranoicos». No se quería permitir un debate abierto ni que se cuestionaran las medidas tomadas. Además, se impidió el uso de otros remedios alternativos para combatir el virus.
– No fueron pocas las personas que perdieron su empleo o incluso su sustento básico por el simple hecho de negarse a la vacunación.
– Recordemos que casi todas las personas que fallecieron durante ese período fueron clasificadas como «muertas por coronavirus», sin necesidad de aportar una prueba. ¡Fue un engaño!
– Recordemos que durante un tiempo se cerraron las iglesias y los fieles fueron excluidos del culto. Además, se adoptaron medidas para que los moribundos no pudieran recibir la visita de sus familiares.
– En todas partes se solicitaba y se exigía el uso de mascarillas que, en realidad, no protegían del contagio ni a uno mismo ni a los demás. Así, se creó un escenario grotesco incluso en los lugares de culto.
– Como católicos, recordemos que, desde el principio, hubo al menos algunos pastores de recta doctrina que advirtieron a los fieles sobre el uso de vacunas en cuya fabricación o fase de ensayo se hubieran empleado líneas celulares de niños abortados3. Para no pocos fieles, este hecho supuso un impedimento ético insalvable para someterse a la vacuna contra el Covid-19, a pesar de que el Vaticano publicara una nota en la que declaraba que «la razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal del aborto provocado del que proceden estas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remoto»4.
– Recordemos que posteriormente emanó del Vaticano la declaración de que vacunarse sería un «acto de amor al prójimo»5, lo que suponía una coacción indirecta para que los fieles se sometieran a la vacuna.
– Recordemos y tomemos conciencia de que las vacunas provocaron sufrimiento e incluso la muerte a muchas personas. Además, sus componentes pueden seguir actuando en el organismo a largo plazo, causando más sufrimiento y muerte. A esto se suma la grave sospecha de que las vacunas de ARNm pueden interferir en la genética humana.
Es necesario constatar que el engaño en torno al coronavirus no se ha esclarecido en absoluto, ni en el ámbito político ni en el eclesiástico.
En este contexto, cabe plantearse una seria pregunta: ¿cómo fue posible un engaño de tal magnitud que envolviera a gran parte de la humanidad y extendiera sus sombras por todo el orbe de la tierra como una pesadilla? ¿Por qué casi todos los gobiernos, medios de comunicación, confesiones religiosas e instituciones cooperaron y anunciaron al unísono la necesidad de vacunarse, convirtiéndolo casi en un dogma?
Si detrás de todo esto hay una potestad capaz de engañar a casi todas las personas del mundo y de impedir que se desenmascare el engaño para que la gente no abra los ojos, entonces debe tratarse del «padre de la mentira», el adversario de Dios y del género humano, a quien las Sagradas Escrituras llaman «Satanás».
Sin duda, muchas personas se vieron envueltas en este engaño o incluso colaboraron sin ser conscientes de lo que estaba sucediendo. No obstante, desde un punto de vista objetivo, se trató de un grave delito contra la humanidad. Puesto que no se lo ha esclarecido, pueden difundirse nuevos engaños y causar daño a las personas. Así se genera una especie de ceguera que impide reconocer lo que está sucediendo. Por una falsa obediencia a la autoridad, las personas se vuelven además propensas a caer en posteriores engaños.
Parte III
LA OCUPACIÓN DE LA SEDE PETRINA
Con la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, que tomó el nombre de Francisco para su pontificado, el modernismo, que ya antes se había infiltrado sutilmente en la Iglesia Católica, se vio legitimado. Mientras que los papas anteriores al Concilio Vaticano II condenaban rotundamente el modernismo y lo consideraban un gran peligro para la fe y para la Iglesia, Francisco se convirtió en un instrumento dispuesto a adaptar la fe a la mentalidad del mundo en muchos aspectos. Así, nuestra santa fe se vio socavada y debilitada desde dentro, y el veneno de las falsas doctrinas y de la heteropraxis pudo propagarse. He publicado diversos escritos sobre este tema6.
En muchos ámbitos surgió una nefasta alianza entre la Iglesia y el Estado, que se hizo especialmente patente durante la crisis del coronavirus. El espíritu anticristiano, que en el mundo puede causar estragos y promover una política acorde a sus intenciones sin apenas encontrar resistencia, había logrado acceder ahora a los niveles más altos de la jerarquía eclesiástica.
Para llevar a cabo esta «modernización», se intentó emprender un camino distinto en la Iglesia, un «proceso sinodal» con el que se pretende transformarla. Evidentemente, el espíritu anticristiano ya no se limita a destruir la Iglesia, sino que quiere crear una «Iglesia distinta» que pueda servirle para sus propios planes.
Contrariamente a las esperanzas de algunos fieles católicos, el rumbo emprendido durante el pontificado de Francisco continuó después de su muerte con la toma de posesión de León XIV. Es cierto que cambió la forma de ejercer el gobierno, resultando más aceptable para los fieles. Sin embargo, esto no puede ocultar el hecho de que el rumbo pernicioso continúa y, por tanto, se consolida. No se produjo ningún cambio sustancial ni un distanciamiento de la línea de su predecesor. Más bien, el testimonio de la Iglesia se debilita cada vez más por su adaptación al mundo y pierde así su voz profética.
Salvo contadas excepciones, ya no hay pastores en la jerarquía eclesiástica que adviertan a los fieles de la amenaza de los lobos. En consecuencia, también el mundo se ve privado de esa voz que podría ofrecerle una perspectiva sobrenatural sobre su situación, a menudo tan conflictiva. El anuncio del Evangelio con autoridad se ha sustituido por un diálogo que ya no tiene como objetivo preparar el terreno para el mensaje de la fe y, por tanto, para que las personas reconozcan al verdadero Mesías, sino que presenta a todas las religiones como caminos paralelos hacia Dios. De este modo, se reniega del mandato misionero del Señor y se priva a los hombres del testimonio íntegro de la verdad.
Un ministerio petrino distorsionado y usurpado ya no representa un obstáculo para la manifestación del Anticristo. Más bien, será utilizado por el «hijo de la perdición» para sus propios intereses. Así, se ha hecho a un lado al mayor adversario de la «entronización» de un falso mesías.
En lugar de advertir a los fieles y prepararlos para el combate espiritual contra los poderes anticristianos, los pastores designados ya ni siquiera identifican al enemigo, pues éste ha penetrado en el interior de la Iglesia. De este modo, se puede abusar del gran bien de la obediencia, que, en última instancia, se dirige a Dios. En consecuencia, el gobierno eclesiástico, incluido su máximo representante, se convierte en un peligro para los fieles, que caen en una creciente ceguera, en el camino erróneo que se ha emprendido.
Los fieles se enfrentan a una grave situación de emergencia. Deben defender su fe incluso dentro de la Iglesia. Esta realidad los lleva a un desierto espiritual, en el que surgirán grupos firmemente adheridos a la tradición apostólica y a la auténtica doctrina de la Iglesia. No estarán dispuestos a hacer concesiones en lo referente a la verdad ni a cooperar con aquellas fuerzas que, de forma consciente o inconsciente, se dejen llevar por errores anticristianos.
Conclusión
El motivo por el que he abordado estos dos temas es que considero que ambos engaños han sido orquestados y aprovechados por los poderes de las tinieblas.
Gran parte de la población mundial se ha vacunado y, por tanto, ha sido víctima de un engaño. Probablemente, hasta el día de hoy muchos no se han dado cuenta. Sin embargo, el engaño en torno al coronavirus ha dejado claro que no se puede confiar ciegamente en las autoridades, sino que hay que examinar cuidadosamente las órdenes que emanan de ellas.
Por desgracia, esto también tiene que aplicarse a las autoridades eclesiásticas. Muchos católicos no son conscientes, o no lo son lo suficiente, del rumbo nefasto que ha emprendido la Iglesia y solo unos pocos sacan las debidas conclusiones al constatarlo.
Es de temer que estos dos grandes engaños sirvan también para allanar el camino para el advenimiento del Anticristo. Por eso es necesario estar muy vigilantes para detectar el momento en que estas fuerzas anticristianas, que actúan con creciente intensidad en el mundo y en la Iglesia, se concentren en promover a una persona concreta que asumirá una posición de alto rango.
¡No podemos seguir en modo alguno al «hijo de la perdición»!
1 Vladimir Soloviev: Los tres diálogos y el relato del Anticristo
2 He publicado varios escritos detallados sobre la manera en la que se afrontó la crisis del coronavirus, en los que se puede encontrar abundante información:
-“El gran engaño”: https://es.elijamission.net/blog-post/el-gran-engano/
-“Reflexión sobre la vacuna contra Covid-19”: https://es.elijamission.net/blog-post/reflexion-sobre-la-vacuna-contra-covid-19/
-“Actualización de la reflexión sobre la vacuna”: https://es.elijamission.net/blog-post/actualizacion-reflexion-sobre-la-vacuna/
-“Una funesta alianza entre Iglesia y Estado”: https://es.elijamission.net/blog-post/quinta-herida-una-funesta-alianza-entre-iglesia-y-estado/
3 En su llamamiento a la Iglesia y al mundo “Veritas liberabit vos”, los cardenales Müller y Zen, el arzobispo Viganò y el obispo Strickland, junto con numerosos médicos, abogados, periodistas y líderes católicos, afirmaban en el año 2020: “Recordemos también, como pastores, que para los católicos es moralmente inaceptable desarrollar o usar vacunas derivadas de material de fetos abortados.”
4 Congregación para la Doctrina de la Fe (2020): Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la Covid-19 (https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20201221_nota-vaccini-anticovid_sp.html)
5 https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-08/papa-francisco-coronavirus-vacunarse-campana.html
6 https://es.elijamission.net/blog/
