LOS RITUALES PAGANOS ABREN LAS PUERTAS A LOS PODERES DE LA OSCURIDAD

El motivo de este escrito es la participación del Papa Francisco y de otros altos prelados de la Iglesia en una ceremonia pagana de bienvenida, que tuvo lugar el 27 de julio de 2022 en Quebec (Canadá).

Algunos católicos consideran que se trata de un acto incompatible con la fe y se escandalizan ante lo sucedido. Otros, en cambio, ven tales reacciones como exageradas.

Entonces, ¿serán estas ceremonias simplemente prácticas indígenas inofensivas, que no conllevan peligro alguno y en las que se puede participar como muestra de amistad y cortesía? ¿O es que aquí se atenta objetivamente contra el primer mandamiento de la Ley de Dios, excediendo los límites establecidos por la fe?

¡Éstos son serios cuestionamientos! En efecto, gracias a muchos relatos del Antiguo Testamento, sabemos muy bien que al Pueblo de Israel le estaba terminantemente prohibido participar en cultos extraños, y conocemos las consecuencias que tenía que sobrellevar cuando caía en idolatría. Cuando lo hacían, cometían un grave atentado contra el primer mandamiento, por lo cual la idolatría era una de las grandes abominaciones a los ojos de Dios.

Recordemos el relato quizás más conocido: la danza en torno al becerro de oro, por la cual el Pueblo de Israel dio la espalda a Dios y lo ofendió gravemente (Ex 32). El Antiguo Testamento no se cansa de advertir una y otra vez al Pueblo de que no se involucre con los dioses de los pueblos extranjeros (cf. p.ej. Ex 20,3; Dt 12,30; Sal 81,10). En su oración suplicante al Señor, la reina Ester reconoce que la causa de las desgracias que sobrevinieron al Pueblo de Israel fue la idolatría: “Nosotros pecamos contra ti y tú nos entregaste en poder de nuestros enemigos, porque dimos culto a sus dioses” (Est 4,17m).

Los demonios se valen de estos cultos falsos para asegurar su influencia sobre el Pueblo y mantenerlo alejado del conocimiento del verdadero Dios y de sus caminos.

La gran obra misionera de la Iglesia, que el mismo Señor le encomendó (Mt 28,19-20), fue siempre la de llevar el Evangelio a todas las naciones, conduciéndolas al conocimiento del verdadero Dios. Así, los ídolos tuvieron que retroceder y, gracias a la evangelización, el dominio de los demonios fue quebrantado o, al menos, debilitado.

¡Lo mismo había sucedido en Canadá! En el siglo XVII, un grupo de jesuitas franceses realizó allí su labor misionera y dio su vida por la evangelización de las tribus indígenas. Entre estos misioneros destaca San Juan de Brébeuf, que vivió mucho tiempo con los indios hurones. Él reconocía claramente que los demonios tenían casi total dominio sobre estos indígenas y luchó con todas las armas espirituales para quebrantar su poder. ¡Su heroico martirio permanece como un testimonio inolvidable!

Casi parecería una venganza tardía de los demonios expulsados en aquella época el hecho de que ahora venga a estas mismas tierras otro jesuita, como representante de la Iglesia Católica, y participe junto a otros jerarcas en un ritual pagano conducido por un chamán de la tribu de los hurones. Una breve descripción de esta ceremonia será suficiente para dejar en claro que es incompatible con la fe católica.

En Quebec, el chamán invitó a los participantes a colocar su mano en el corazón. Los allí presentes, incluido el Papa y los otros jerarcas, siguieron esta indicación. A continuación, el chamán pidió a la “Gran Madre del Occidente” (o “Abuela del Occidente”) que les diera acceso al “círculo sagrado de los espíritus”, para unirse a ellos y volverse más fuertes en unión con ellos. Sopló entonces con una flauta de hueso hacia los cuatro puntos cardinales.

Para nosotros, los católicos, debe quedar bien en claro que, en un culto tal, no puede tratarse de la invocación del verdadero Dios; sino de otros espíritu, designados aquí como el “círculo sagrado de los espíritus”. Esta es una de las formas habituales de intentar entrar en contacto con las fuerzas espirituales en los rituales paganos. Por tanto, el chamán no se comunica con Dios, sino que, en su ignorancia, entra en contacto con los demonios y es engañado por ellos.

Ésta es una de las razones por las que es necesaria una verdadera evangelización de los pueblos y tribus. San Pablo dice las cosas como son, y las siguientes palabras suyas pueden aplicarse también a este ritual: “Lo que inmolan los gentiles, lo inmolan a los demonios y no a Dios. Y no quiero que vosotros entréis en comunión con los demonios” (1Cor 10,20).

Por tanto, esta ceremonia no es de ningún modo un acto inofensivo, que no conlleve peligro alguno y sea simplemente una expresión cultural. Aunque los participantes tengan una visión tal, en realidad tomaron parte de una ceremonia que, a nivel objetivo, atenta contra el primer mandamiento de Dios. Aplicando cuidadosamente el discernimiento de los espíritus, debería quedar bien claro.

Los caminos que se están emprendiendo aquí son equivocados y confunden a los fieles. Lo que sucedió durante la visita del Papa en Quebec puede compararse con lo ocurrido hace casi tres años en los Jardines Vaticanos y en la Basílica de San Pedro, cuando tuvo lugar un culto idolátrico a la Pachamama en el marco del Sínodo de la Amazonía.

Desde mi punto de vista, la participación en un ritual pagano es una paradoja para la verdadera misión de la Iglesia, que consiste en anunciar el Evangelio a todas las gentes. Aunque se haya pensado tener buenos motivos para ello, es necesario un acto público de reparación, así como hubiera debido hacerse tras el mencionado culto a la Pachamama en Roma. Hasta ahora este último no ha sido expiado oficialmente, y es de temer que tampoco se lo haga con la ceremonia pagana en Quebec, puesto que no se ha tomado conciencia ni reconocido su falsedad. Ciertamente será provechoso ofrecer actos de expiación a nivel privado, pero éstos no podrán reparar la totalidad de lo ocurrido.

Los fieles están llamados a no cerrar los ojos ni los oídos cuando se enteren de tales cosas. También vale advertirles expresamente de que no participen en ceremonias dudosas. Evidentemente, el espíritu de discernimiento se está perdiendo cada vez más. La participación en un ritual pagano no puede traer bendición y no es simplemente un gesto amistoso, ni mucho menos una acertada inculturación. ¡Todo lo contrario! Se le abren las puertas a los poderes hostiles a Dios, y desgraciadamente esto acarreará consecuencias.

¡No nos dejemos engañar! No son éstos los caminos del Espíritu Santo. Antes bien, se trata de un descarrío más. Ante esto, nosotros hemos de aferrarnos aún más a la Sagrada Escritura y a la auténtica doctrina de la Iglesia, y recorrer seriamente el camino de la santidad.