Vivir para alegría del Padre

«Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí»

Descargar MP3

Descargar PDF

Empecemos con un breve pasaje del Mensaje de Dios Padre:

“He aquí el verdadero objeto de mi venida: Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí, y para hacerles comprender que mi alegría está en ser conocido y amado por mis hijos, es decir, por toda la humanidad presente y futura.”

Hasta aquí la cita…

En los corazones de los hombres, todavía pueden existir muchas ideas equivocadas de Dios. La intención de nuestro Padre es, ante todo, la de eliminar el temor excesivo; aquel que hace al hombre escrupuloso y timorato. Este tipo de miedo distorsiona la imagen de Dios, y si nuestro testimonio está impregnado por el temor, las otras personas no podrán conocer a través de nuestro mensaje como es Dios en verdad.

Sabemos que la falsa imagen de Dios surgió ya en el paraíso, y, a partir de entonces, el Diablo ha trabajado arduamente para que el hombre no confíe en su Padre. Desafortunadamente, hay que decir que a menudo ha tenido éxito. Aquí también pueden repercutir las experiencias negativas que se haya vivido en la familia o con otras personas que hayan ejercido de forma negativa su autoridad. A través del amor del Padre Celestial, han de superarse todas estas imágenes negativas y huellas en el alma.

Al superar el temor excesivo, puede subsistir el verdadero temor de Dios, e incluso relucir aún más. Éste último, que es un maravilloso don del Espíritu Santo, consiste en el temor de herir el amor del Padre. En cambio, el “temor excesivo” del que aquí habla el Padre es producto del miedo y es sumamente injusto para con Su amor; quizá incluso pretende otorgar una justificación y un motivo para no acercarse confiadamente a Dios.

Por supuesto que tampoco debe haber ninguna ligereza en la relación con Dios; una falsa familiaridad, tal vez conectada a un falso concepto de Su misericordia, como si el pecado no fuese tan trágico ni representase un rechazo de Su amor.

¡Lejos de nosotros tal actitud! El Padre, en cambio, quiere llevarnos a la relación correcta con Él.

Hemos de saber –y no sólo con la cabeza– que para nuestro Padre es una alegría que correspondamos a Su amor. Eso es lo que Él desea para toda la humanidad, porque cada uno está llamado a recibir la plenitud de Su gracia, como hijo Suyo.

Si interiorizamos estas palabras, cada día nos encomienda una maravillosa tarea: ¡Podemos vivir para alegría del Padre, asemejándonos así a Nuestro Señor Jesucristo! En todo, Él vivió para gloria y gozo del Padre. ¡A Él quería glorificarlo!

El “vivir para alegría del Padre” podríamos adoptarlo como lema de nuestra existencia… Nos ayudaría a conocer cada día mejor el amor de nuestro Padre y a sentirnos más seguros de él. En un camino tal, se hace eficaz el espíritu de piedad, liberándonos de todo enredo y apego a nosotros mismos… Puesto que somos muy olvidadizos, es bueno que una y otra vez traigamos a nuestra memoria este propósito. Así como los monjes, sacerdotes y consagrados realizan el “examen de conciencia” en el rezo de las Completas, deberíamos –a más tardar antes de acostarnos– cuestionarnos si hemos cumplido nuestro propósito. Ciertamente tendremos que confesar con humildad que no siempre es fácil llevar a la práctica esta noble resolución, y decírselo con corazón contrito a nuestro Padre. ¡Pero de seguro el Señor nos levantará y nos dará a entender que se complace en nuestro esfuerzo, aunque aún seamos débiles, dispersos y defectuosos!

Algo que podría ayudarnos a mantener viva la conciencia de “vivir para alegría del Padre” es tener presente que en realidad Él desearía ser conocido y amado por toda la humanidad. Y, como quizá diría Santa Teresita del Niño Jesús, queremos, por nuestra parte, hacer todo para que así suceda, y al menos nosotros intentarlo.