“SOBRE TI AMANECE EL SEÑOR”

“La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece” (Is 60,2).

¿Acaso estas palabras no describen muy atinadamente la situación actual del mundo, si uno no cierra los ojos a la realidad? ¿La pérdida de la fe no está oscureciendo cada vez más la vida de los pueblos? ¿No ha penetrado la confusión incluso en nuestra Santa Iglesia?

Quien tenga ojos para ver, podrá corroborarlo con facilidad.

Pero la promesa del Señor se aplica precisamente en la oscuridad de este tiempo y permanece siempre vigente. Cuando alzamos nuestros ojos, contemplamos el resplandor de nuestro Padre. Su gloria no está cubierta en sí misma. Son el pecado y el error los que la cubren ante nuestros ojos. Pero en cuanto uno renuncia al pecado y se dirige al Padre, su luz puede entrar en nuestro corazón.

Si los que aún no conocen al Padre levantan la mirada a Él, enviará a sus corazones un rayo de esta luz, para que se eleven y empiecen a ver…

Aunque esta promesa del Profeta Isaías se dirige inicialmente a Israel, el “Primogénito”, se hace realidad para todos los hombres en la venida de Jesús al mundo.

El Mesías ha amanecido sobre todos los pueblos como radiante luz, para que sean liberados de toda oscuridad y alcancen la salvación. El Hijo de Dios busca a las ovejas perdidas y las reúne en un solo rebaño (cf. Jn 10,16).

Es el amor inagotable de nuestro Padre Celestial, que siempre está esperando, que siempre está dispuesto a derramarse en la vida de los pueblos. Si lo reconocen, lo honran y lo aman como Padre, vendrá la paz. Entonces brillará la luz en medio de la más densa oscuridad, y las espesas nubes que a menudo se ciernen sobre la vida de las naciones tendrán que disiparse.