La amenaza anticristiana y la resistencia contra ella (III): El Anticristo conforme al relato de Solowjew

Vladimir Solowjew, autor del «Breve relato del Anticristo»

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En la meditación de hoy y de mañana, analizaremos cómo es descrito el Anticristo en la literatura que conozco sobre este tema.

Suele describírselo sobre todo como una figura política, dotada de un extraordinario carisma, que ofrece soluciones para los problemas políticos y sociales más urgentes. De acuerdo a lo que he encontrado en la literatura, el Anticristo poseerá una enorme fuerza de atracción, de modo que las personas difícilmente podrán sustraerse de su fascinación. Hacia afuera, el Anticristo se mostrará como una persona espiritual y aparentemente ornada de virtudes; un hombre con un amplio horizonte que se muestra abierto a los asuntos religiosos.

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La amenaza anticristiana y la resistencia contra ella (II): El Anticristo en la Sagrada Escritura

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La Sagrada Escritura habla de muchos anticristos que han aparecido. Por ejemplo, el Apóstol San Juan escribe en su carta:

“Hijos míos, ha llegado la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la última hora. Salieron de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros” (1Jn 2,18-19).

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La amenaza anticristiana y la resistencia contra ella (Parte I)

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La actual pandemia, así como también otras amenazas que se ven venir en el mundo e incluso en nuestra Santa Iglesia, inquietan a no pocas personas. Son cada vez más frecuentes preguntas como éstas (y también a mí me han sido dirigidas): ¿Será que ha llegado el tiempo en que hay que retirarse al campo y salir de las grandes ciudades? ¿Estarán cumpliéndose los acontecimientos profetizados en el Libro de Daniel (cf. Dan 7 y 12)? ¿Será que están ya en marcha los jinetes descritos en el Libro del Apocalipsis (cf. Ap 6,1-8)? ¿Seremos forzados a vacunarnos con una sustancia que contiene también material embriológico? ¿O se incluirá en la vacuna algo que enferme a la persona, o que controle todos sus movimientos? ¿Estaremos acercándonos a una dictadura con el carácter de un Gobierno Mundial? Éstas y muchas otras sospechas y observaciones se plantean…

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Ama y haz lo que quieras

«La caridad es la ley en su plenitud.»

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Rom 13,8-10

Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de ‘No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás’, y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.

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No propasarse de lo que está escrito

«Los apóstoles fueron escogidos de forma especial por Dios, para anunciarlo a Él y servir a los hombres.»

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1Cor 4,6b-15

Me he puesto como ejemplo a mí y a Apolo, en orden a vosotros; para que aprendáis de nosotros aquello de «No propasarse de lo que está escrito» y para que nadie se engría en favor de uno contra otro. Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido? ¡Ya estáis hartos! ¡Ya sois ricos! ¡Os habéis hecho reyes sin nosotros! ¡Y ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros!

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Dios es nuestro Juez

«Mi juez es el Señor»

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1Cor 4,1-5

Que la gente nos tenga por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se exige de los administradores es que sean fieles. Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni yo mismo me juzgo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha, pero eso no significa que carezca de culpa. Mi juez es el Señor. Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones de los corazones. Entonces recibirá cada cual la alabanza que le corresponda.

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Librarse del autoengaño

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1Cor 3,18-23

 ¡Que nadie se engañe! Si alguno de vosotros se cree sabio según los criterios de este mundo, mejor es que se vuelva necio, para llegar a ser sabio. Pensad que, para Dios, la sabiduría de este mundo no es más que necedad. En efecto, dice la Escritura: “El que enreda a los sabios en su propia astucia.” Y también: “El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos de los sabios”. Así que nadie se gloríe en las personas, pues todo es vuestro; ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro…, todo es vuestro. Y vosotros sois de Cristo, y Cristo, de Dios.

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Vencer la actitud terrenal

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1Cor 3,1-9 

Yo, hermanos, no pude hablaros como a personas espirituales, sino como a carnales, como a niños en la fe de Cristo. Os di a beber leche, y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Y ni siquiera ahora lo soportáis, pues seguís siendo carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia, ¿no creéis que seguís siendo carnales y vivís a lo humano? Cuando dice uno: “Yo soy de Pablo”, y otro: “Yo soy de Apolo”, ¿no estáis procediendo según criterios humanos? ¿Quién es, pues, Apolo? ¿Y quién es Pablo?… ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!

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Resistencia contra el mal

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Lc 4,31-37 

Jesús bajó a Cafarnaún, población de Galilea, y los sábados les enseñaba. La gente quedaba asombrada de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro y se puso a gritar a grandes voces: “¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.” Jesús entonces le conminó: “Cállate y sal de él.” Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.

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El Señor en Nazaret

La «Antigua Sinagoga» en Nazaret: el lugar mismo donde aconteció esta escena…

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Lc 4,16-30

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

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