“NO TEMAS A LOS HOMBRES MORTALES” 

“Yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú, que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?” (Is 51,12).

Nuestro Padre nos invita a centrar toda nuestra atención en Él, tomando consciencia de su presencia una y otra vez. Nuestro olvido y descuido hacen que, en determinadas situaciones de la vida, no pensemos en Él. Así sucede que fácilmente dejamos que las circunstancias nos determinen, y que incluso lleguen a dominarnos.

Uno de los problemas del hombre son los respetos humanos. Éstos nos intimidan y, una vez que hemos caído presa de ellos, se nos convierten en una especie de ídolo que rige sobre nuestra vida.

Las palabras que el Señor pronuncia a través del Profeta Isaías contrarrestan estos respetos humanos y nos recuerdan la realidad: “Yo soy tu consolador”. Todo está bajo su amoroso señorío y, pase lo que pase, nada se escapa de su dominio. Sólo tenemos que traer a nuestra memoria esta realidad y depositar nuestra confianza en el Señor. Esto se aplica especialmente cuando nos sobrevienen y amenazan dificultades, sean éstas reales o supuestas.

Sobre todo, debemos ponerlo en práctica cuando sentimos miedo de los hombres. En efecto, este miedo puede acrecentarse y convertirse en una enorme montaña que parece insuperable. Pero nuestro Padre nos recuerda una simple verdad: que los mortales tienen límites y son transitorios como el heno. Nunca debemos permitir que una persona adquiera dominio sobre nosotros por el miedo que le tenemos.

El recuerdo de nuestro Padre nos ayudará a que Él vuelva a poner cada cosa en su lugar, y su consuelo nos fortalecerá.