No permitir una falsificación del evangelio

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Lc 10,1-9

Lectura correspondiente a la Fiesta de San Lucas, evangelista

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las poblaciones y sitios adonde él había de ir. Pero antes les dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id, pero sabed que os envío como corderos en medio de lobos.

“No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. Si entráis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa.’ Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. Si entráis en un pueblo y os acogen, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en él, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros.’

Al celebrar la Fiesta de un evangelista, la ocasión se presta para reflexionar sobre el modo siempre vigente y adecuado de transmitir el evangelio. No pocos fieles en la Iglesia Católica se preocupan y se cuestionan si realmente hoy en día se está anunciando el evangelio a las personas con la suficiente autoridad y convicción. Lamentablemente esta preocupación tiene razón de ser, porque son evidentes los intentos de anunciar el evangelio a una manera más moderna, adaptándolo así al mundo.

No cabe duda de que es correcto examinar la evangelización teniendo presente las circunstancias nuevas que puedan haber, las cuales han de ser consideradas para que el evangelio pueda llegar a las personas. Tomemos, por ejemplo, el asunto de cómo los cristianos hemos de tratar el medio ambiente. Muchas personas se preocupan por la creciente contaminación, y se preguntan cómo han de manejarse tales cuestiones desde la perspectiva de la fe. Este cuestionamiento es justificado, y llevará a la conclusión de que la Creación nos ha sido encomendada por Dios, por lo cual hemos de tratarla con cuidado. Esta conclusión, a su vez, podrá llevar a seguir reflexionando y encontrando las acciones adecuadas.

Sin embargo, la vigilancia que es propia de los cristianos no permitirá que simplemente nos aliemos con el movimiento ecológico como tal; sino que nos llevará a discernir hasta qué punto hemos de tratar estas cuestiones partiendo de la fe, y dónde desembocan en una confusión ideológica o representan prácticamente un sustituto a la religión.

Este asunto abarca una extensa gama de temas… Lo puse como ejemplo por el hecho de que se le está dedicando mucha atención, por ejemplo, en el Sínodo para la Amazonía y también en otros contextos. Podría dar la impresión de que algunos padres sinodales no están aplicando suficientemente el don de discernimiento de los espíritus, que nos ayuda a distinguir lo conveniente de lo que es exagerado, cuidándonos así de no caer en ideologizaciones.

Al dedicarse a estas cuestiones, está latente el peligro de generar un desequilibrio en la jerarquía de los valores a nivel espiritual, de manera que fácilmente la religión pierde trascendencia. Se coloca al hombre en el centro de atención, mientras que Dios pasa a un segundo plano. Ya no se procura comprender a la luz de Dios las situaciones que se tenga que discernir; sino que se adoptan puntos de vista a menudo meramente racionales, y actualmente incluso mistificaciones irracionales, por ejemplo, del territorio amazónico y de sus habitantes.

¿Siguen anunciándose en la evangelización de este tiempo los contenidos esenciales de la fe: la salvación en Cristo, la recta doctrina, los mandamientos de Dios, el Juicio Final, el cielo, el infierno, el purgatorio, la responsabilidad ante Dios y ante los hombres, el deber de profesar la fe, la necesidad de los santos sacramentos, la dignidad de la Santa Misa, el camino de la santidad, el carácter salvífico de la Iglesia Católica y todo aquello que hace que nuestra fe sea tan profunda y seria?

¿Sigue advirtiéndose en la evangelización de este tiempo sobre los verdaderos peligros para los cristianos: cómo hemos de enfrentarnos al mundo y defendernos de los lobos que hacen estragos en la viña del Señor?

Una vez que los cimientos fundamentales de la fe estén puestos, sin recortes ni relativizaciones, podrían ponerse sobre la mesa los asuntos secundarios y terciarios, confiando en la guía del Espíritu Santo.

Podemos estar agradecidos cuando los sacerdotes anuncian íntegramente la auténtica enseñanza del evangelio. ¡Pero cuántas veces aparece, en su lugar, un anuncio que se enfoca en primera instancia en asuntos mundanos, que simplemente da consejos para vivir armoniosamente unos con otros, pero que evade las cuestiones candentes de la fe!

Hoy en día, a menudo sucede que aquellos que se mantienen firmes en la doctrina de la Iglesia, no sólo en teoría sino también aplicándola concretamente en la pastoral, son considerados como rígidos y retrógradas.

¡Pero el evangelio no puede ser diluido! ¡Es el anuncio de la salvación en Cristo! Y de ello están necesitados todos los hombres, tanto los indígenas que viven en el territorio amazónico como los que están en cualquier otra parte del mundo, esperando la salvación. Los discípulos son enviados como corderos en medio de lobos, para anunciar, para sanar, para liberar a los posesos, haciendo así presente el Reino de Dios, que en Cristo llega a los hombres.

No sería beneficioso para nadie si se “amazonifica” el evangelio, bajo pretexto de una inculturación mal entendida y con tinte ideológico. Esto significaría que, por consideración a la identidad cultural de los pueblos que se quiere evangelizar, se introdujesen o tolerasen prácticas ajenas a la fe. Esto llevaría a una falsificación de la fe, y debilitaría más y más a la Iglesia Católica en su autenticidad.

Nosotros, los cristianos, hemos de estar vigilantes, cuando nos demos cuenta de que aquellos que están llamados a enseñar se alejan del camino. En este caso, hay que orar por ellos, quizá también hacerles notar su error de forma apropiada; pero, en todo caso, no dejarse confundir.