Nada supera al amor del Padre

Descargar MP3

Descargar PDF

Palabras del Padre tomadas del Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

Cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas podían darme a conocer entre los hombres, y que no habían logrado que los hombres me amasen, decidí venir yo mismo. Pero, ¿cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que el de ir yo mismo en la Segunda Persona de mi Divinidad.

¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán?

Para mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí yo mismo:

‘Ignorarán mi presencia, aun estando cerca de mí. En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi Hijo me calumniarán, me crucificarán para hacerme morir’.

¿Me detendré por esto? No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande.

No me rendí: tenéis que reconocer que os he amado más que a mi Hijo predilecto, se podría decir, o, mejor aún, más que a mí mismo.

Lo que os digo es tan cierto que si hubiese bastado sacrificar una de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a otra creatura que amo, en vez de sufrir yo mismo en mi Hijo. ¡Nunca he querido hacer sufrir a mis hijos!

Esta es, en breve, la historia de mi amor hasta mi venida en medio de los hombres, por medio de mi Hijo.

.

Hoy se nos permite echar una profunda mirada en el Corazón del Padre. Él sabía lo que los hombres harían con Él en la Persona de su Hijo; sin embargo, no por eso dudó en asumir todo este sufrimiento por amor a nosotros.

Nosotros frecuentemente no sabemos lo que está por venir en nuestro camino, y con la ayuda de Dios aprendemos a superar las situaciones que nos sobrevienen en nuestra vida. Si de antemano supiéramos que nos espera sufrimiento, dificultades o incluso persecuciones, probablemente nos asustaríamos y trataríamos de evadirlas. Así, en su Sabiduría, Dios dispuso que normalmente no sepamos lo que viene, sino que día a día recibamos la fuerza para sobrellevarlo, cuando ponemos de nuestra parte.

¡Pero la realidad de Dios es distinta! Así, nos queda aún más claro todo lo que Él cargó sobre sí con plena intención y sabiendo lo que le esperaba. No es que le “cogió de sorpresa” o “desprevenido”, como a menudo nos sucede a nosotros; sino que Él lo asumió con todas sus implicaciones. También estas cosas las sabemos y las hemos escuchado muchas veces. Pero se trata de que las obras de Dios toquen nuestro corazón y lo derritan, de modo que la gratitud para con Él sea cada vez más grande y el corazón despierte totalmente al amor a Él.

Más adelante en el texto de hoy, escuchamos una vez más una declaración de amor de parte del Padre.

Y es que Él no nos habla solamente a través de Sus obras, sino también de Sus palabras. Él expresa su amor de forma muy personal, y nos da a entender que nos ama más que a Sí mismo. Nunca hubiera exigido de un hombre el nivel de sacrificio que Él mismo ofreció en su Hijo, pues lo hubiera entendido como una traición a Su amor.

Y algo que también es importante para nuestra meditación es el hecho de que el Padre –como aquí lo expresa– nunca ha querido hacernos sufrir. Esta última frase ha de ser profundamente interiorizada, porque frecuentemente nos plantean el cuestionamiento de por qué existe sufrimiento en el mundo, y en este contexto a veces se pone en duda o incluso se niega la existencia de Dios. Se trata de un tema muy delicado, y cuando este sufrimiento se extiende a niños o se ven afectadas personas que no fueron causantes de ese mal (como las guerras, pestes, epidemias, persecuciones, etc.), y todavía no existe una relación de confianza con el Señor o ha sido sacudida, entonces la pregunta sobre el sufrimiento y Dios puede ser difícil de responder.

Pero podremos dar una respuesta si estamos firmemente convencidos de que Dios en principio no quiere el sufrimiento del hombre, sino que ha tomado sobre Sí mismo, en la Persona de Jesús, el mayor sufrimiento y la culpa en que la humanidad se ha enredado.

Desde este punto de partida, al exponer nuestra fe podremos tratar de explicar que el sufrimiento es una consecuencia del pecado, en el cual estamos involucrados todos los seres humanos, por haber perdido el Paraíso. Pero, una vez explicado esto, es importante mostrar con cuánto amor nuestro Padre llama a los hombres de regreso a casa y quiere alejarlos de los caminos de perdición, que abusan de su libertad.

Precisamente en estos tiempos, marcados por la proliferación de esta pandemia, es importante transmitirles a las personas el mensaje nítido de la fe. ¡De lo contrario no hay esperanza! Podrá desvanecerse esta epidemia y aparecer otra distinta en su lugar. Para los hombres no hay nada que sea seguro sino sólo Dios. ¡Esto se lo puede aprender y transmitir!

Para todos quienes nos escuchan: Las personas han de experimentar en nuestras vidas el buen olor de Cristo. Para ello, es importante evitar, por un lado, la dureza en el anuncio y en las conversaciones de fe, y, por otro lado, también la trivialización de las cosas…

El énfasis está en anunciar el amor del Padre, así como nuestro Señor mismo lo hizo y el Padre nos lo da a entender. Si no lo entienden o no quieren entenderlo, tampoco se lo puede forzar. Pero, eso sí, podremos siempre acompañarlos en nuestra oración.