LOS FIELES PERMANECERÁN JUNTO A ÉL

“Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor” (Sab 3,9a).

En un corazón que confía en el Padre puede penetrar la verdad, pues Dios mismo lo atrae hacia sí y lo colma consigo mismo. Un corazón tal se desprende de las falsas seguridades que lo atan a un mundo de ilusiones, de modo que nuestro Padre puede despertar plenamente en este corazón el amor a Él. Así, el corazón se entrega por completo a Él. Dios entra en él y pone su morada en él. Ya no es sólo un huésped ocasional, sino que convierte a este corazón en su Templo, en el santuario de su presencia, en su morada…

Si permanecemos junto a Él en el amor, su Espíritu se hace eficaz en nosotros. Y Éste, a su vez, velará celosamente para que permanezcamos en el amor: “Pues el Espíritu Santo que nos educa huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad” (Sab 1,5). Él nos advertirá cuando demos cabida a pensamientos equivocados, nos impulsará a las obras de amor y nos moverá a no esconder nada ante nuestro Padre, pues “Dios es testigo de sus riñones, observador veraz de su corazón y oye cuanto dice su lengua” (Sab 1,6b).

Así, el Padre Celestial nos asiste para que seamos capaces de mantenernos fieles a Él y permanecer junto a Él, y de su parte nada nos faltará para lograrlo hasta el final. Su fidelidad nos acompañará, nos levantará cuando fallemos, nos sumergirá en el mar de su misericordia… Nuestro Padre no permitirá que su Templo sea desolado, ni tolerará que se instalen ídolos o que las raposas devasten su viña (cf. Ct 2,15). El Padre colocará a sus ángeles a la puerta de nuestro corazón, para que lo custodien como al árbol de la vida en el Paraíso (cf. Gen 3,24).

¡Dichoso el hombre que confía en Él! (cf. Sal 40,4).