LA VERDADERA DICHA

“La única razón para tener miedo de entregarle a Dios toda tu vida es creer que tu propio proyecto es mejor” (Esther María Magnis).

La autora de esta frase describe con mucho acierto lo que nos impide abandonarnos por completo en nuestro Padre Celestial. En efecto, no puede haber motivos ni del entendimiento ni de la fe y del amor que pudieran desaconsejar la entrega confiada a nuestro amoroso Padre. Entonces, ¿qué nos hace titubear a la hora de seguir su invitación, como correspondería al amor y a la verdad?

Puede que en lo más profundo de nuestro ser siga existiendo la idea de que nosotros sabemos mejor dónde encontrar nuestra verdadera felicidad. Es como si –muchas veces de forma insconsiente– aún pusiéramos condiciones a Dios, bajo las cuales nos entregaríamos completamente a Él. Esta idea da lugar a ilusiones, sueños y expectativas que nuestro Padre primero tendría que cumplirnos, por así decir, antes de que nos pongamos enteramente en sus manos.

Pero esto es una ilusión, que nos hace mantener en nuestras propias manos las riendas de nuestra vida, creyendo que, en última instancia, conocemos mejor el camino que debemos recorrer. Ciertamente estas ideas a menudo se conciben de forma insconsciente, pero no por eso dejan de ser un profundo obstáculo para saltar a la libertad de la entrega total a nuestro Padre.

Para superarlas, primero es necesario conocer mucho mejor a Dios, como nuestro Padre nos invita a hacerlo en el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio: “Acercaos a la fuente que brotará sin cesar de mi pecho paternal (…). La fuente es el símbolo de mi conocimiento, y el Océano es símbolo de mi caridad y de vuestra confianza.”

Y continúa diciendo: “Cuando queráis beber de esta fuente, procurad conocerme, y cuando me conozcáis, arrojaos al Océano de mi caridad, confiando en mí con una confianza que os transforma y a la cual no podré resistir.”

Entonces, si percibimos que en lo profundo de nuestro ser aún queda una reserva para entregarnos por completo a Dios, pidámosle a nuestro Padre que nos dé la gracia de conocerlo mejor y superar así todas las barreras a través de su amor.

Si lo hacemos con sinceridad, experimentaremos pronto que el amor fuerte y paciente del Padre es capaz de derretir nuestro corazón, disipar las ilusiones y movernos a buscar nuestra felicidad sólo en Él.