EL VERDADERO ORO

En nuestro camino de seguimiento de Cristo, una y otra vez tenemos que lidiar con nuestras debilidades. Muchas veces no logramos vencerlas como quisiéramos y, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, terminan imponiéndose. A veces caemos en el pecado, y entonces pueden incluso surgir sentimientos de desesperación porque simplemente no somos capaces de resistir a las tentaciones.

Pero en esos momentos el Espíritu Santo nos trae a la memoria las palabras de Jesús: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados” (Mt 11,28). Y entonces acudimos de prisa a Él, para recibir el perdón de su Corazón, que está siempre abierto para nosotros.

En el Mensaje, el Padre nos dirige estas esperanzadoras palabras:

“Yo conozco las debilidades de Mis criaturas. ¡Venid, venid a Mí con confianza y amor! Y si os arrepentís, Yo os perdonaré. Aunque vuestros pecados fuesen repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor Me los harán olvidar, a tal punto que no seréis juzgados. Es verdad que soy justo, ¡pero el amor lo paga todo! Escuchad, hijos Míos: hagamos una suposición para que estéis seguros de Mi amor. Para Mí, vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor como el oro. Si me entregarais mil kilos de hierro, sería menos para Mí que si me donarais diez kilos de oro. Esto significa que, con un poco de amor, se pagan enormes iniquidades.”

Esta invitación que nos hace el Padre nos anima a no dejarnos confundir tras las derrotas que sufrimos. El Padre conoce nuestros abismos, pero también ve nuestros esfuerzos por superarlos. Si el amor “paga enormes iniquidades”, no deberíamos obsesionarnos con nuestras sombras, sin por eso relativizarlas o justificarlas. Antes bien, acojamos su invitación a confiar y a amar. Así acumularemos verdadero oro para regalárselo al Padre.