EL NOMBRE DE JESÚS

“Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Jn 17,11b).

El Nombre de Jesús…

¡Cuán fuerte resuena en el corazón!
Su Nombre puede y debe convertirse en el gran amor de nuestra vida.
Fue el Padre quien le dio “el Nombre que está sobre todo nombre” (Fil 2,9) y “no hay ningún otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que tengamos que ser salvados” (Hch 4,12).
Es el Padre quien nos preserva en el Nombre de su Hijo.
Si morimos con el Nombre de Jesús en los labios, viviremos para la eternidad.

El Nombre de Jesús:
-es poderoso y ahuyenta el poder del mal;
-es suave y acaricia nuestra alma;
-es veraz y desenmascara todas las mentiras y verdades a medias, de modo que la oscuridad se ve obligada a ceder;
-es temido por aquellos que no quieren alejarse de las tinieblas;
-se convierte en signo de contradicción para aquellos que no se someten a la verdad.

El Nombre de Jesús:
-siempre ha de morar en nuestro corazón, sin caer jamás en el olvido.
-siempre nos lo recordará el Espíritu Santo.
-desde antes que salga el sol invocamos su santo Nombre.
-En su Nombre somos sanados.
-En su Nombre encontramos consuelo y auxilio.
-En su Nombre los discípulos sanaban a los hombres (cf. Hch 3,6).
-En su Nombre las fortalezas del enemigo son derribadas.

El Nombre de Jesús…
En su Nombre nos hacemos uno con el Padre Celestial.
En su Nombre anunciamos el amor de nuestro Padre Celestial.
En su Nombre se crea la verdadera unidad entre los hombres.
En su Nombre se actualiza el sacrificio único del Calvario.
En su Nombre Israel despertará y podrá cumplir su destinación.
“Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre” (Sal 112,2)