CONOCER A DIOS

¿Por qué, amado Padre, quieres que te conozcamos, te honremos y te amemos, como se lo dijiste a la Madre Eugenia Ravasio? Tú posees la plenitud en ti mismo y nada te falta…

Pero Tú mismo nos das la respuesta:
“No es que desee ser conocido, honrado y amado porque estuviese necesitado de Mi criatura o de su adoración. ¡No! Es sólo porque deseo salvarla y hacerla partícipe de Mi gloria que Me rebajo a ella.”

Ahora lo entiendo mejor: el motivo por el cual quieres ser conocido, honrado y amado es para poder concedernos todo lo que has preparado para nosotros. Así que en Ti nos encontramos con el amor desinteresado; un amor que se da aunque no tenga necesidad de nosotros.

Hace falta que primero aprendamos a entender más profundamente este amor. Es por eso que Tú mencionas en primer lugar que debemos conocerte. Es el conocimiento de cómo eres en realidad, libre de falsas imágenes tuyas.

Conocerte a ti es la vida; más aún, la vida eterna, tal como tu Hijo nos lo enseñó:

“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.” (Jn 17,3)

Y en la medida en que te conocemos, Tú puedes comunicártenos cada vez más. Amarte significa seguirte en todo lo que nos encomiendas, guardar tus mandamientos, amar tus preceptos, entregarte nuestro corazón y corresponder así a tu amor.

Entonces el amor crece sin límites y se hacen realidad las palabras de Jesús: “a quien tiene se le dará” (Mt 13,12).

Entonces ya nada será difícil, porque el amor nos sostendrá.

Honrarte a ti, Padre, es el deber de amor más natural de tus hijos, pues todo lo hemos recibido de tus manos.
Esto lo saben también los ángeles y santos, junto a los cuales nos inclinamos ante ti llenos de alegría y reverencia, porque Tú eres el único y verdadero Dios.

Y al honrar tu gloria, nos volvemos cada vez más conscientes de tu majestad y nos deshacemos de toda ligereza y frivolidad.