Confianza filial a Dios – Meditaciones sobre el Mensaje del Padre (Parte 32) 

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Aunque ya habíamos tocado el tema de la confianza en la meditación del 22 de julio, queremos hoy profundizar en este aspecto tan importante.

Hace parte del orden espiritual el dar la respuesta indicada al Señor y a todo lo que Él, en Su amor, ha creado. Esto es muy importante para Dios, tal como nos lo da a entender en el siguiente pasaje del “Mensaje del Padre”:

“Si me amáis con un amor filial y confiado, rendiréis obediencia y respeto también a Mi Iglesia y a Mis representantes. No un respeto como el que ahora me tenéis y que os mantiene alejados de Mí, porque os infundo miedo. Este falso respeto que ahora tenéis es una injusticia frente a la Justicia; es una herida en la parte más sensible de Mi Corazón; es un olvido, un desprecio de Mi amor paternal hacia vosotros.”

La verdadera autoridad, tal como Dios la ejerce, no es una forma de dominio basada en el miedo. Antes bien, tiene como fundamento el amor y la verdad. Todo lo que Dios hace, brota de este fundamento.

La actitud adecuada ante una tal autoridad –que es auténtica–, es la apertura y la confianza. Y de ahí resulta la verdadera obediencia. Podemos verlo reflejado en la relación genuina de un hijo con su padre, cuando éste último ejerce de forma correcta la autoridad que Dios le ha conferido. Si no hay tal confianza, será una relación distorsionada con Dios, que no expresa el orden en el cual Él quiere guiar a Sus hijos.

Aunque en la relación padre-hijo –y, en general, en las relaciones humanas– puedan haber tales distorsiones, éstas pueden sanarse a través de la relación con Dios. Pero la condición para ello es que conozcamos a Dios como Él es en verdad.

A través del texto de hoy, el Padre nos permite “echar un vistazo” a Su Corazón, cuando dice que el miedo y un falso respeto ante Él lo hieren en la parte más sensible de ese Corazón.

¿Por qué será?

Esto tiene que ver con el amor de Dios, el cual es siempre Su motivación. ¡Y aún más! La Sagrada Escritura nos dice que “Dios es el amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16). Ahora bien, el amor quiere siempre lo mejor para el amado. Nosotros, los hombres, por buena que sea nuestra intención, no siempre sabremos distinguir qué es lo mejor para el otro, debido a que somos débiles y podemos errar. ¡Pero no sucede así en Dios! Es por eso que frente a Él podemos abrirnos sin límites, pues no sólo estamos seguros de Su amor, sino también de que no puede errar.

Entonces, Dios pone todo de Su parte para que el hombre acoja Su amor y viva en él. El Corazón del Padre, siempre abierto para nosotros, no conoce sombra alguna.

El miedo y la falsa reverencia niegan objetivamente este amor y lo rechazan. El miedo hace dar la impresión de que uno tiene que protegerse, de que amenaza un peligro, etc. ¡Pero esto es una injusticia frente a Dios, y muestra que se tiene una imagen muy distorsionada de Él! Esto hiere a Dios –tal como Él mismo dice–, y lo hiere en el amor que nos tiene. Por eso el Padre habla de un amor confiado y filial, que refleja la relación correcta con Él.

En las siguientes líneas del “Mensaje del Padre”, que cito una vez más, Dios nos muestra cómo el enemigo se vale de este miedo y de la reverencia mal entendida:

“Lo que más me entristecía de mi Pueblo Israel y lo que sigue entristeciéndome de la humanidad de hoy en día es la reverencia mal entendida. El enemigo del género humano se ha valido de esta astucia para hacer caer a los hombres en la idolatría y en los cismas. Y sigue valiéndose de ella, y seguirá usándola en contra vuestra, para apartaros de la Verdad, de mi Iglesia y de mí. ¡Oh, no os dejéis seducir más por el enemigo; creed en la Verdad que se os revela y caminad a la luz de esa Verdad.”

Si aún sentimos en nuestro interior miedos frente a Dios, o rastros de desconfianza, de modo que todavía no podemos entregarnos del todo a Él, entonces digámosle abierta y confiadamente que aún sentimos esto o aquello. Conviene pedirle al Espíritu Santo que toque esa desonfianza o miedo, para que la oscuridad sea tocada por la luz de Dios. Es tan importante llegar a una verdadera confianza en Dios; por una parte, para no herir Su amor; y, por otra, para vivir totalmente seguros en Él.