La virtud de la fortaleza (Parte III)

Habíamos reflexionado sobre la virtud de la fortaleza en contexto con las lecturas del libro de los Macabeos; aquellos hombres y mujeres valientes del Pueblo de Israel. También señalé que necesitamos esta virtud para nuestro testimonio cristiano en el mundo, que, en un caso extremo, puede llegar hasta el martirio. Podemos entrenarnos en la virtud de la fortaleza, y no debemos dejarnos desanimar en caso de que seamos temerosos por naturaleza. La historia de la novicia Blanca de la Force (narrada en la novela de Gertud von Le Fort: “La última del cadalso”) puede alentar a estas almas temerosas, mostrándoles que también ellas pueden ser capaces de actos heroicos.

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La virtud de la fortaleza (Parte I)

Las lecturas de los últimos días nos presentaron impresionantes ejemplos de fe, fidelidad y fortaleza. Por ello, he decidido dedicar la meditación de hoy y de los próximos dos días a la virtud cardinal de la fortaleza. En estos tiempos de confusión, resulta particularmente importante aspirar y practicar esta virtud, para poder resistir a las diversas tentaciones que se nos ofrecen. Tomemos como modelo a aquellas personas que conocimos en las lecturas de los últimos días, que nos mostraron que la obediencia y la fidelidad a Dios están por encima de todos los valores terrenales y que, con la ayuda de Dios, incluso es posible vencer el miedo.

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Carencias de libertad (IV): SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN

Hoy quisiera concluir esta serie en la que hemos abordado algunas de las así llamadas “carencias de libertad”, que pueden opacar la verdadera libertad que Cristo nos ofrece y nos concede (cf. Jn 8,36). Volveré a tratar más a profundidad este tema de las carencias de libertad en una conferencia que tengo previsto publicar en mi canal de YouTube antes de iniciar el Tiempo de Adviento.

 Hablando sobre la primera carencia de libertad –el miedo–, hice referencia al título de un pequeño folleto, que decía: “Confianza en Dios en lugar del miedo al coronavirus”.

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Carencias de libertad (III): SER DEMASIADO INFLUENCIABLES, CONDESCENDIENTES Y DEPENDIENTES DE LA OPINIÓN PÚBLICA

En las dos últimas meditaciones, nos habíamos fijado en dos diversas carencias de libertad: el miedo y los respetos humanos. Además, habíamos hablado un poco sobre los complejos de inferioridad. En nuestro camino de seguimiento de Cristo, estamos llamados a superar –con la ayuda de Dios– todas estas limitaciones a nuestra libertad, para que no sean un obstáculo en este camino ni impidan que en nuestro testimonio cristiano resplandezca la libertad que nos confiere la fe. Hoy veremos otras tres carencias de libertad, que tienen cierta similitud.

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Carencias de libertad (II): LOS RESPETOS HUMANOS

Estoy realizando esta serie de meditaciones sobre las “carencias de libertad” porque, a mi parecer, es importante que nuestro testimonio cristiano esté impregnado por aquella libertad que sólo el Señor puede concedernos: “Si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” (Jn 8,36). Aunque tratemos de vivir en la Voluntad de Dios –y esto es lo que desea toda persona que haya vivido una verdadera conversión–, puede haber ciertas debilidades que nos impiden cumplir Su Voluntad gustosa, entera e inmediatamente. Aunque quizá no todos nosotros nos veamos afectados por cada una de las carencias de libertad que trataremos en las próximas meditaciones, es importante tomar nota de todas ellas. Quizá así podamos ayudar a otras personas, cuya libertad está restringida por todo tipo de miedos y otras carencias. Para desarrollar este tema, tomo ciertas pautas del libro “Nuestra transformación en Cristo” de Dietrich von Hildebrand, especialmente del capítulo llamado “La verdadera libertad”.

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Carencias de libertad (I): EL MIEDO

Quien conozca mis meditaciones diarias, notará que procuro ofrecer una ayuda para profundizar en el camino de seguimiento de Cristo, basándome en la Sagrada Escritura y en la auténtica doctrina de la Iglesia. En ocasiones, interrumpo el ritmo habitual de las meditaciones bíblicas para abordar en forma de “serie” algún tema que considero importante. De esta manera, se pueden tratar más a profundidad ciertos temas relacionados con la vida espiritual.

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La gran oración

En la meditación de hoy, quisiera hablar sobre el Santo Rosario, puesto que al mes de octubre solemos llamarlo el “mes del Rosario”.

El Santo Rosario, llamado también el “salterio de la Virgen María”, es una de las oraciones más conocidas y queridas en la Iglesia Católica. En diversas apariciones, la Virgen pide que se lo rece, y existen extraordinarios testimonios sobre su eficacia.

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