Viernes de la Octava de Pascua: “El mandato misionero”

Escucharemos el evangelio correspondiente a este día según el calendario tradicional:

Mt 28,16-20

Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y en cuanto le vieron le adoraron; pero otros dudaron. Y Jesús se acercó y les dijo: “Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”

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Jueves de la Octava de Pascua: “Necesidad de instrucción”

Escucharemos nuevamente la lectura correspondiente para este día siguiendo el calendario tradicional:

Hch 8,26-40

En aquellos días, un ángel del Señor le habló a Felipe: “Levántate y vete hacia el sur, a la ruta que baja de Jerusalén a Gaza y que está desierta.” Se levantó y se puso en camino. En esto, un hombre de Etiopía, eunuco, dignatario de Candace -la reina de Etiopía- y superintendente de su tesoro, que había venido a Jerusalén para adorar a Dios, volvía sentado en su carro leyendo al profeta Isaías. Le dijo entonces el Espíritu a Felipe: “Acércate y ponte al lado de ese carro.”

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Miércoles de la Octava de Pascua: «El ejemplo de Pedro”

Escucharemos la lectura que corresponde al calendario tradicional:

Hch 3,13-15.17-19

En aquel tiempo, Pedro dirigió la palabra a la gente: “El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado con este prodigio a su Hijo Jesús, a quien vosotros habéis entregado y negado en el tribunal de Pilatos, juzgando éste que debía ser puesto en libertad. Mas vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciese gracia de la vida de un homicida.

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Martes de la Octava de Pascua: “El pequeño rebaño”

Aunque nos encontramos en la Octava de Pascua, durante la cual normalmente no se celebran las fiestas de los santos, quiero hoy centrarme en la figura de San Francisco de Paula. Si alguien prefiere escuchar una meditación correspondiente a la lectura y al evangelio del martes de la Octava de Pascua, puede encontrarla en los siguientes enlaces:

Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/autenticas-conversiones/#more-8339

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/jesus-se-aparece-a-maria-magdalena-3/#more-11135

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Lunes de la Octava de Pascua: «El anuncio intrépido”

Hch 2,14.22-33

El día de Pentecostés, Pedro se presentó con los Once, levantó la voz y les dijo: “Israelitas, escuchad estas palabras: Jesús Nazareno, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis, fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios. Vosotros lo matasteis clavándole en la cruz por mano de unos impíos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio; porque David dice refiriéndose a él: ‘Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha para que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará, en la esperanza de que no abandonarás mi vida en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu presencia.’ Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se ha conservado entre nosotros hasta el presente. Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado, bajo juramento, que se sentaría en su trono uno de su linaje, vio el futuro y habló de la Resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción. Dios resucitó a este Jesús; todos nosotros somos testigos de ello. Así pues, exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo que vosotros veis y oís en este momento”.

Vemos a un Apóstol Pedro fortalecido por el Espíritu Santo, anunciando intrépidamente el mensaje del Señor, la Buena Nueva de Su Resurrección. Podemos notar un cambio en Pedro, pues sin duda él estaba consciente de que los enemigos de Jesús –los responsables de su muerte– de ningún modo habían cambiado de parecer ni se habían convertido en dóciles y atentos oyentes del mensaje del Señor. Pero la intrepidez, que es un signo del espíritu de fortaleza, está consciente de su compromiso para con la verdad y la misión recibida, aunque le implique peligros.

En el pasaje que hoy hemos escuchado, Pedro pone el suceso de la Resurrección del Señor en contexto con los acontecimientos y profecías de la Escritura. En su iluminado discurso, a través del cual han de ser tocados los corazones de los oyentes, Dios quiere dar a entender a los israelitas, por medio de Su Apóstol, que lo que está sucediendo ante sus ojos es el cumplimiento de las promesas; quiere darles a entender que están siendo testigos del cumplimiento de Su plan salvífico y mostrarles cómo estos iletrados apóstoles pueden anunciar la verdad en Su fuerza.

Pedro se dirige a sus oyentes con estas palabras: “Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza…”  Y esta franqueza se asemeja a la intrepidez. Al “hablar con franqueza”, el Apóstol se sabe comprometido únicamente con la verdad, y está consciente de que no puede dejarse intimidar ni por sus propios temores ni por las amenazas que le vengan de fuera. Él escucha al Espíritu Santo, quien le revela el plan de salvación de Dios, le da la luz para comprenderlo y la fuerza para anunciarlo con autoridad.

Hoy sigue siendo necesario anunciar el evangelio con intrepidez, sin dejarse intimidar por el ambiente cada vez más anticristiano en que vivimos, ni por la así llamada ‘corrección política’, que pretende imponernos lo que hemos de pensar y decir.

Esto cuenta también para la Iglesia, en caso de que exista la tendencia de ya no señalar al pecado por su nombre y de sacrificar la verdad en pro de una falsa misericordia; o si se hacen recortes en el mensaje de la salvación, que está destinado para todas las personas; o si se pone el evangelio al mismo nivel que el mensaje de las otras religiones; o si el mensaje del evangelio desemboca cada vez más en acciones políticas y exhorta primeramente al desarrollo humano, en lugar de servir primordialmente al anuncio de la salvación.

La intrepidez es necesaria; pero también lo es la atenta percepción del ‘hilo’ del mensaje salvífico, tanto en lo que respecta a la Sagrada Escritura como al Magisterio auténtico de la Iglesia, pues ahí tenemos una prueba del obrar del Espíritu Santo.

Después de que Pedro estuvo durante tres años en la escuela directa del Señor, conviviendo con Él, puede ahora, con la fuerza del Espíritu Santo, corresponder a su misión de anunciar el evangelio, aun sin contar con la presencia física de Jesús.

Éste es siempre un modelo para nosotros: Llevar al mundo con valentía el mensaje de la Resurrección del Señor, cada cual en el sitio donde Dios lo ha colocado.

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ITINERARIO CUARESMAL Día 20: “La purificación pasiva”

A medida que avanzamos en nuestro camino de seguimiento y el Señor ve que nos lo tomamos en serio y luchamos por la santidad, Él responde a nuestros esfuerzos enviándonos las así llamadas “purificaciones pasivas”.

Hay quienes se asustan con tan sólo escuchar esta palabra. No están conscientes de que se trata de una muestra de gran amor y cuidado por parte de nuestro Padre. La purificación significa que nuestra capacidad de amar ha de despertar y robustecerse, y, al mismo tiempo, que hemos de desprendernos de todo aquello que nos impide responder plenamente al amor de Dios. Por tanto, la purificación es una gracia, que suele ir de la mano con la intensificación de la oración interior y el paso a la contemplación.

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Rechazar las tentaciones

St 1,12-18

¡Dichoso el hombre que soporta la prueba!, porque, una vez superada ésta, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. Que nadie, cuando sea probado, diga: “Es Dios quien me prueba”, porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Más bien cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Y una vez que la concupiscencia ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte. No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto que recibimos viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni fase de sombra. Nos engendró por su propia voluntad, con palabra de verdad, para que fuésemos las primicias de sus criaturas.

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Resistir a las dudas

St 1,1-11

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión. Hermanos míos, sentíos realmente dichosos cuando os veáis rodeados por toda clase de pruebas, pues sabéis que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia. Pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear.

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