LOS “CIELOS DE LA IGLESIA” SE CERRARON

El culto a la Pachamama en la Sede de la Iglesia Universal 
fue la gota que derramó el vaso

Muchas personas intentan interpretar la actual pandemia, para darle un sentido.

Los creyentes saben que un acontecimiento tal no sucede sin que Dios lo permita. Por eso, para ellos es importante, a la luz de Dios, llegar a una comprensión más profunda de una situación como ésta.

En realidad, los líderes de la Iglesia deberían ofrecer una orientación, para que el rebaño pueda ponerse en camino con más seguridad. Pero esto a menudo no sucede. Por el contrario, se escuchan más bien reacciones confusas. Se habla, por ejemplo, de una “conversión ecológica” o “humanitaria”.

Si consultamos las Sagradas Escrituras, sabremos que, también a través de acontecimientos como una pandemia, Dios llama a la conversión. Y la conversión significa ordenar su vida de acuerdo a la Voluntad de Dios y tener los cambios correspondientes. Si Dios llama a la conversión, la respuesta es la de volverse a Él.

Ciertamente Dios no castiga en el sentido de una venganza. Sin embargo, un castigo puede reestablecer la justicia que ha sido violada.

Otro concepto explicativo que se emplea en la Sagrada Escritura es el de “corrección”. Ésta podemos entenderla como un acto que corresponde a la educación, y que se vuelve particularmente necesario cuando no se escuchan ni se observan las directrices de Dios “por las buenas”.

Yo, por mi parte, prefiero el término “reprensión”, porque me parece el más atinado y el que más señala cuál es la intención de Dios. “Re-prender”: “volver a sujetar”[1]. Dios quiere devolver a las personas al camino recto. Para ello, puede valerse también de una plaga como la actual pandemia.

¿Es necesaria tal reprensión para la humanidad?

¡Sin duda alguna! Quien no cierre sus ojos, tendrá en claro que muchas cosas se encuentran bajo la influencia del mal. De seguro Dios no puede ni quiere acostumbrarse a la matanza de niños inocentes, que Él ha creado y confiado a manos de los hombres. ¡Y suceden tantas otras cosas en el mundo que atentan contra los mandamientos de Dios!

No olvidemos que Dios puso a su Pueblo Israel ante la decisión de aceptar o rechazar sus mandamientos y preceptos. Decidirse por los mandamientos significaría optar por la vida; con la elección contraria, en cambio, se optaría por la muerte (cf. Dt 30,15-19).

En realidad, uno más bien podría preguntarse por qué Dios no permitió ya antes una tal plaga global, para hacer notar a los hombres lo que significa vivir lejos de Él.

Pienso que, por un lado, Dios tiene paciencia con nosotros; y, por otro lado, escucha la oración de Sus fieles, que tantas veces han ofrecido reparación por los pecados cometidos Dios y contra los hombres.

Ciertamente la Iglesia, a través de su servicio en el auténtico anuncio del evangelio, ha retrasado o incluso impedido que llegaran plagas u otras adversidades. Es cierto que, lamentablemente, ya antes había en la Iglesia desobediencia y que, en lo escondido, se cometían graves pecados y sacrilegios, entre muchas otras cosas. Sin embargo, a pesar de todo viento contrario, los Papas mantenían el barco de la Iglesia en su curso.

Desafortunadamente, en aspectos fundamentales, esto cambió con el presente Pontificado. Con Amoris Laetitia, se produjo una irrupción de dimensiones incalculables, que ya había sido preparada desde hacía mucho tiempo. A partir de entonces, los sacrilegios podían ocurrir prácticamente con autorización eclesial. El “cielo de la Iglesia” comenzó a oscurecerse mucho… Pero aún había resistencia, a través de los cuatro cardenales firmantes de las Dubia. Ellos salvaron el honor de la Iglesia ante Dios y ante los fieles. Sin embargo, no fueron escuchados por los líderes de la Iglesia.

El siguiente y fatal descarrilamiento –de carácter oficial– fue la Declaración de Abu-Dhabi. Aquí fue atacado y relativizado el mensaje central de la Iglesia, cuyo anuncio le fue encomendado por el Señor mismo (cf. Mt 28,19-20): que de Cristo viene la salvación. Un obispo auxiliar de Kazajistán trató de salvar lo que aún se podía salvar. Pero lamentablemente no logró persuadir al Papa de que corrija públicamente esta declaración, de modo que esté en línea con la auténtica doctrina. Los “cielos de la Iglesia” se oscurecían cada vez más… La luz de Cristo comenzó a disiparse…

En octubre de 2019, en el marco del “Sínodo para la Amazonía”, se realizó públicamente un acto idolátrico en los Jardines Vaticanos, en Roma, en la Sede de la Iglesia Universal. Esto sucedió en presencia y con el apoyo del Papa: un grave atentado contra el Primer Mandamiento. Con este acto, los “cielos de la Iglesia” se cerraron y entró la oscuridad. No hubo cambio de actitud por parte de los líderes de la Iglesia; no hubo acto de reparación; no se realizó un exorcismo oficial ni la purificación de la Basílica de San Pedro.

No pasó mucho tiempo hasta que brotaran en China los primeros signos de la pandemia. Pocos meses después, nos enfrentamos a una plaga mundial. Las iglesias se están cerrando; en muchos países se está prohibiendo el culto público… La Iglesia es considerada como un factor irrelevante para el funcionamiento de la sociedad. Ella, que en este Pontificado había fraternizado con el mundo con brazos tan abiertos, ahora es una parte de este mundo, de modo que la sal se ha vuelto desabrida (cf. Mt 5,13).

La pandemia que Dios ha permitido como reprensión, es un llamado para que las personas en el mundo abandonen los senderos de la muerte y se dirijan al amantísimo Padre. La Iglesia, que ya no está en condición de detener las plagas con el poder de Dios, ha de corregir sus pasos errados, y enfocarse más en Dios que en el mundo. Precisamente ahora, Ella está llamada a ser un instrumento del Espíritu Santo para invitar a las personas a volverse a Dios. Así recuperaría también su fuerza para confrontar desde la fe el mal que se acrecienta.

Pero si no asumiera esta tarea, la ceguera iría en aumento y así cooperaría más y más con el espíritu anticristiano, que es el que fomenta o provoca los actuales descarrilamientos.

Pero si la Iglesia se debilita, ¿quién podrá ofrecer resistencia cuando venga el próximo Anticristo, o incluso, “el último Anticristo”, que ha de aparecer antes del Advenimiento de Cristo (cf. Catecismo, n. 675)?

Será probablemente aquel “séquito” que “sigue al Cordero a donde quiera que vaya” (Ap 14,4); aquellos que no se unan a la actual “mundanización” de la Iglesia; sino que le permanecen fieles y ofrecen resistencia. Estos tales han de contar con persecuciones; ¡pero el Señor estará con ellos!

Estas palabras del Libro del Apocalipsis podrán servirles de consuelo:

“Al ángel de la iglesia de Esmirna. Escribe: Esto dice el Primero y el Útimo, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida. Conozco tu tribulación y tu pobreza –aunque eres rico, y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo, pues son en realidad una sinagoga de Satanás. No temas por lo que vas a sufrir: el diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.” (Ap 2,8-11)

[1] El término alemán es “Zurechtweisung”, que equivale a “guiar al bien”.