COMENTARIO DEL HNO. ELÍAS SOBRE LA ENCÍCLICA “FRATELLI TUTTI”

Introducción

Por varias partes fui consultado sobre mi opinión acerca de la nueva Encíclica “Fratelli Tutti”, y si ésta está en línea con la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia. He aceptado escribir mi punto de vista al respecto, aunque con un enfoque algo distinto al de otros comentaristas, dado que no me considero teólogo. Además, ante la publicación de un documento oficial de la Iglesia que suscita serios cuestionamientos, siento el deber de formarme mi propio criterio. Lo mismo ha sucedido anteriormente con otros escritos durante este Pontificado.

Por parte de la jerarquía, se han alzado al menos dos voces críticas con respecto a esta Encíclica; aparte de otros fieles católicos, que han expresado serias dudas. Esto me hace notar que aún hay una conciencia despierta, que no puede adoptar sin más todo lo que se diga y escriba en este Pontificado.

Aclaro que sólo mi persona –el Hno. Elías– es responsable del presente escrito. No hablo en nombre de una comunidad ni de un movimiento espiritual. Intento escuchar al Espíritu Santo, el Espíritu del amor y de la verdad.

 

Breve resumen del texto

En su Encíclica “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco desea ofrecer un aporte sobre cómo podría crearse un mundo mejor para el futuro (FT 6), también en vista de la actual crisis pandémica (FT 7). En él, ha de prevalecer una fraternidad universal y han de hallarse caminos de diálogo, para encontrar juntos una solución ante los muchos problemas que se nos presentan.

Este espíritu de fraternidad entre todos los hombres –cuyo fundamento es, para el Papa Francisco, el amor–, ha de reflejarse en todos los ámbitos de la vida, colocándolos en un orden que sirva al hombre.

La Encíclica se dirige a “todas las personas de buena voluntad” (FT 6), y considera en particular a las religiones como instrumento para una nueva orientación al servicio del bien común (FT 271).

El Papa mismo menciona su trasfondo cristiano, que además se hace ver repetidamente en los ejemplos que elige. Habla de la fe como fuente de la cual se nutre; mientras que los miembros de otras religiones “beben de otras fuentes” (FT 277).

Un tema central para el Papa Francisco son los pobres, los abandonados, los marginados, los excluidos… A ellos –así como a todos los hombres– quisiera verlos incluidos en el amor fraterno universal. Las personas deben actuar como el “buen samaritano” y convertirse en tales para los demás (FT 63-86). Puede notarse que, ante esta temática, arde el corazón del Papa.

Al inicio de “Fratelli Tutti”, el Pontífice subraya que en esta Encíclica quiere recoger y situar en un contexto más amplio muchos de sus pensamientos relacionados con la fraternidad y la amistad social, expresados en diversos contextos (FT 5). Por eso el escrito es extenso y, en sus ocho capítulos, se dedica a distintas temáticas.

El Papa desea que el espíritu de fraternidad y amistad social no sólo se viva a nivel personal; sino que además en el campo de la política, de la economía, etc., se generen estructuras que sirvan al hombre.

Uno puede estar de acuerdo con muchas de las reflexiones y análisis del Papa Francisco sobre la situación actual de la humanidad, muchos de cuyos problemas describe (FT 9-55). Sin embargo, lamentablemente se subestima en este contexto la enorme injusticia del aborto, siendo así que es uno de los principales males de la “cultura de la muerte” en que vivimos.  Asimismo, se habla poco o nada sobre la sexualización de la sociedad ­–con todas sus aberraciones– y la ideología de género, que destruyen a la familia.

 

Mi punto de vista

Desafortunadamente, en esta Encíclica puede volverse a identificar lo que se ha visto en algunos puntos esenciales del Pontificado del Papa Francisco. Falta el espíritu de discernimiento, que, si bien lo posee en lo referente al campo natural –en el cual distingue con precisión las realidades humanas–, fácilmente se desvanece cuando se trata del campo sobrenatural.

En su deseo y sueño humano de integrarlo todo y no querer excluir a nadie, para así ayudar a edificar una gran familia humana, fraterna y unida; el Papa pasa por alto ciertas verdades que no pueden omitirse sin que ello dé lugar a una “selección de la realidad”, que puede ser instrumentalizada para las propias ideas.

Esta última observación podemos tomarla como pauta al examinar algunos de los aspectos críticos de esta Encíclica.

 

“Selección de la realidad”

Ya en la introducción del escrito puede notárselo claramente, y se entenderá lo que quiero decir al hablar de una “selección de la realidad”.

El Papa Francisco se refiere a San Francisco de Asís como el motivador de esta Carta Encíclica (FT 2). A continuación, describe el encuentro entre el “Poverello” y el Sultán Malik-el-Kamil, subrayando que el santo “no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas” (FT 4).

Sin embargo, el Papa omite aquí el verdadero motivo por el cual San Francisco emprendió el viaje hasta Egipto para ver al Sultán: Quería convencerlo de la verdadera fe, le predicó extensamente e incluso estuvo dispuesto a aceptar el martirio por esta causa[1].

Pero el Pontífice sólo hace alusión a este acontecimiento desde el lado que conviene a la realización de su sueño sobre la unidad fraterna. Y en este sueño no encaja un San Francisco con celo apostólico, deseando convertir a la fe cristiana al gobernante musulmán.

Aquí se da una “selección de la realidad”, en cuanto que el Pontífice menciona sólo un lado de San Francisco, sin reflexionar además que el “humilde sometimiento” al que hace alusión (FT 3) ciertamente ha de interpretarse en el sentido de San Pablo, que quiso hacerse “todo para todos” con el fin de ganarlos para Cristo (cf. 1Cor 9,19-23). Así, se instrumentaliza el “sometimiento” para el propósito del diálogo, presentándolo como modelo de fraternidad entre todos los hombres.

¡Es una re-interpretación de la realidad! El gran amor de San Francisco no consistió en renunciar al anuncio del Evangelio y sustituirlo por el diálogo; sino en considerar la evangelización como lo primordial y más esencial.

 

La búsqueda de soluciones humanas

Aunque repetidamente en la Encíclica se haga referencia a la fe cristiana, se cite la Sagrada Escritura y se dé testimonio de la Trinidad, aquello que el Papa propone como solución a los mencionados problemas se define en primera instancia por concepciones y esfuerzos humanos.

Así, el “futuro más justo” y humano del que habla el Papa Francisco (FT 248) no consiste en la realización del Reino de Dios, que ha de venir a la Tierra sobre todo a través de la misión de la Iglesia; sino en una sociedad humanitaria construida por el hombre, en la cual ha de reinar una concordia fraterna.

A consecuencia, tampoco resuena en esta Encíclica el tan necesario llamado a la conversión; a saber, que los hombres se vuelvan a Dios en Jesucristo, que abandonen los caminos pecaminosos y equivocados y se esfuercen por guardar Sus Mandamientos. En efecto, es esencialmente la transgresión de los Mandamientos de Dios la que suscita tantos males morales y a otros niveles. Ya sea que se trate de Juan Bautista (cf. Mt 3,1-2), del mismo Jesús (cf. Mc 1,14-15) o de los apóstoles (cf. Hch 2,38): ¡siempre estaba presente el llamado a la conversión!

La primera e inmutable misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio a todos los hombres (cf. Mt 28,19-20), para que éstos reciban la salvación en Cristo, el Reino de Dios pueda hacerse presente y nosotros, viviendo en estado de gracia, podamos cooperar conscientemente en ello. ¡No hay nada que sea más importante!

Pero si esto pasa a un segundo plano y la intención primordial del diálogo y de la construcción de la fraternidad ya no consiste en llevar a los hombres a Cristo, entonces se produce un engaño y la Iglesia descuida su primera misión. No tiene en consideración la realidad que ha surgido a través del anuncio de Jesús[2], y así se deforma su misión.

 

El Reino de Dios se edifica bajo el Reinado de Cristo

Conforme a la Voluntad del Padre Celestial, todo ha de ser colocado bajo el amoroso Reinado de Cristo (cf. Ef 1,10), incluida la dimensión social de la vida. La Iglesia es el instrumento para ello.

En el comienzo de su Pontificado, el 22 de octubre de 1978, San Juan Pablo II le recordaba al mundo esta realidad[3]:

“¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!”

Dios lleva a cabo Su plan de salvación de unir a los hombres como hermanos y hermanas en Su Espíritu. Así surge la “nueva fraternidad” querida por Dios, en la cual se unen todos los pueblos y se superan las barreras. Pero, para que esto suceda, primero ha de anunciarse a todos los hombres el Reinado de Cristo, para que acojan la gracia de la Redención. Entonces, no es que deba surgir “otra humanidad” (FT 127) a través de la colaboración de todos los hombres. Antes bien, ha de acogerse la invitación del Evangelio a seguir a Cristo.

La tarea del Papa consiste en anunciar con autoridad a Jesucristo, invitando a los pueblos a seguirlo a Él, para que así surja un mundo y una sociedad que no nace del “querer del hombre, sino de Dios” (Jn 1,13), y en la cual Él ejerce su Reinado de amor. ¿Cómo podría el hombre no redimido edificar un mundo mejor? ¿Acaso se lo ha logrado alguna vez? Esto sería simplemente una “fraternidad de sangre”, afectada por el pecado original; y no aquella que procede del Redentor y surge entre los hombres renovados en Él.

La edificación de un mundo fraterno sin el Reinado de Cristo, además de ser una ilusión, es un anacronismo, siendo así que el Redentor de todos los hombres vino ya a este mundo y sembró el Reino de Dios. Entonces, vemos también una omisión del mensaje primordial: el Reino de Dios, que se manifestó con Jesús y se desarrolla a través de la Iglesia. Pero si no se anuncia el Reinado de Cristo ni éste se hace realidad, ¿quién se colocará en su lugar? Según la Encíclica, son los hombres…

 

¿Cuál es el espíritu que se manifiesta en esta Encíclica?

Sin poner en duda los aspectos positivos de “Fratelli Tutti”, habrá que preguntarse, aplicando el espíritu de discernimiento, cuál es el espíritu que aquí actúa, siendo así que, en su escrito, el Papa no anuncia el Reino de Dios; sino que se pone a sí mismo y al Evangelio al servicio de una nueva humanidad fraterna, que ha de ser edificada.

Entonces, no se trata de la glorificación de Cristo. Antes bien, Su posición como Salvador y Señor se ve relativizada ya por el hecho de que el Papa alega explícitamente el Documento firmado en Abu Dabi (FT 5). Como es bien sabido, en este documento se afirma que “el pluralismo y la diversidad de religión (…) son expresión de una sabia voluntad divina.”[4] ¡Esto relativiza el Reinado de Cristo!

Por tanto, lamentablemente la Encíclica también está impregnada por un espíritu de sutil engaño, que cita contenidos de la fe y hace alusión a objetivos con los que todo católico puede estar de acuerdo. Al mismo tiempo, estas metas que se proponen son, de alguna forma, sustraídas del Reinado de Cristo, pues no han de hacerse realidad a través de Su gracia y cooperando nosotros conscientemente con ella; sino a través del hombre mismo. En ese sentido, puede percibirse un sutil destronamiento del Señor; mientras que se coloca en Su lugar el hombre y sus acciones.

Detrás de una pretensión tal, quien está obrando, muy escondido, es Lucifer; aquél que siempre intenta minimizar la importancia de Cristo. Ciertamente, frente a las personas de la Iglesia, le parecerá idóneo ocultar sus metas detrás de una máscara religiosa. Así, las engaña con una falsa luz:  Ha de surgir la visión de una comunidad humana universal, sin fronteras, donde todos son hermanos, donde reina la paz, se erradique toda injusticia y nadie sea excluido, etc… La Iglesia, las otras religiones y las instituciones internacionales han de cooperar en unión fraternal para la edificación de un reino tal, que también necesitará un gobierno global. Las diferencias existentes contribuirán a la riqueza y los conflictos serán resueltos a través del diálogo…

Lucifer logra engañar a las cabezas de la Iglesia, presentando esta visión como una inspiración del Espíritu Santo y ganándolos así para este gran “proyecto”. Sin embargo, este sueño de un estado similar al paradisíaco es una ilusión y, de alguna forma, una imitación engañosa del Reino de Dios. Un verdadero reino de paz puede surgir únicamente bajo el dominio de Dios (cf. Jn 14,27), cuando las personas se convierten a Él y reciben la Redención. Pero, puesto que se opaca esta condición, puede identificarse el actuar del ángel caído, de lo cual evidentemente ni el Papa ni aquellos que siguen su línea están conscientes. Sueños utópicos, que incluso surgen con la cooperación de Lucifer, probablemente terminarán en pesadillas.

Incluso existe el peligro de que un escrito tal pudiese ser usado por un venidero Anticristo como manifiesto, para poner de su lado a las personas religiosas.

Por tanto, cabe subrayar una vez más que, si la Iglesia ya no anuncia el Evangelio como único camino elegido por Dios para todos los hombres, si ya no testifica claramente y sin reservas el Reinado de Cristo, si ya no resuena el llamado a convertirse a Dios, entonces es un “espíritu distinto” (cf. 2Cor 11,4) el que está obrando en la Iglesia, para despojarla de su misión. ¡De ello hay que advertir claramente!

En México tenemos un magnífico ejemplo: ¡Cuántas personas se convirtieron a la verdadera fe después de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, y entonces conformaron un pueblo! El dulce Reinado de María conquistó sus corazones y los condujo a su Hijo. También hoy Dios quiere conducir a los pueblos hacia Jesús, porque sólo Él es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14,6). Nosotros, los católicos, estamos conscientes de que la Virgen María está profundamente involucrada en este plan de salvación. Y Ella nos repite a todos aquello que exclamó en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). A los Suyos, Jesús les encomendó anunciar el Reino de Dios (cf. Lc 9,2). ¡Ésta es nuestra constante misión!

Apenas elegido, el Papa Francisco pidió a los fieles que orasen por él, y en repetidas ocasiones ha vuelto a hacerlo. Ahora, es más necesario que nunca, puesto que el rumbo que ha emprendido con la Iglesia es más que confuso e induce a error en puntos esenciales.

Por tanto, quiero concluir este comentario con un extracto de una oración contenida en un breviario monástico antiguo, que se reza al final de las Laudes para pedir la intercesión de todos los santos:

 Te pedimos, Señor, que nos protejas de todo peligro de cuerpo y alma, y, por intercesión de la bendita, gloriosa y siempre Virgen María, y de San José (…), concédenos benignamente tu favor y tu paz, para que tu Iglesia, habiendo derribado todas las adversidades y errores, te sirva en segura libertad. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

 

¡Ven Señor Jesús, Maranathá!

 

[1] San Buenaventura, Legenda Maior, 9, 8

[2] La realidad que se ha inaugurado con la Encarnación del Hijo de Dios es la única que hace posible la verdadera fraternidad y unidad entre los hombres. La misión de la Iglesia es anunciar a este Jesús, y así propiciar esta fraternidad.

[3] Juan Pablo II, Homilía en el comienzo de su Pontificado, 22 de octubre de 1978, 5: http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1978/documents/hf_jp-ii_hom_19781022_inizio-pontificato.html

[4] Papa Francisco y Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb:Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común” (4 de febrero de 2019): http://www.vatican.va/content/francesco/es/travels/2019/outside/documents/papa-francesco_20190204_documento-fratellanza-umana.html