Amar primero a Dios

Puesto que hoy es el día 7 del mes, meditaremos un extracto del “Mensaje de Dios Padre” a Sor Eugenia Ravasio. El gran tema que está presente en todo este Mensaje es el amor de Dios a nosotros y nuestro amor a Él.

Hoy en día resulta particularmente importante este tema, siendo así que actualmente en la Iglesia no pocas veces se coloca en primer plano la primacía del amor al prójimo y la mejora de este mundo. Se cree que, de esta forma, uno satisface la exigencia de amar a Dios. Así, sucede una especie de “cambio de perspectiva”, y el hombre ocupa cada vez más el centro de atención, en lugar de Dios.

Sin embargo, por muchas razones esto va en detrimento de la verdadera fe y, a largo plazo, también perjudica al alma humana. Entonces, se corre el riesgo de practicar las obras de caridad sobre todo a partir de las propias fuerzas, sin renovarse en el Espíritu del Señor. A consecuencia, fácilmente se sufre de un enorme agotamiento, y también queda opacado el testimonio de los cristianos, que han de actuar “en el Señor”. La situación es distinta cuando las obras de caridad brotan de la fuerza de Dios y se las realiza en unión con Él; cuando están impregnadas de un auténtico espíritu de piedad.

El Mensaje del Padre nos dice lo siguiente sobre este tema:

“¿No es cierto que los cristianos practicarían con más fuerza y sinceridad esta santa religión si me conocieran como soy en verdad; es decir, como el Padre tierno y misericordioso, bueno y generoso?

Hijos Míos, ¿no es cierto que, si supierais que tenéis un Padre que piensa en vosotros y que os ama con un amor infinito, os esforzaríais por ser recíprocos a este amor, siendo más fieles a vuestros deberes como cristianos e incluso como ciudadanos, para ser justos para con Dios y con los hombres?

¿No es cierto que me amaríais como tiernos hijos, si conocierais a este Padre que os ama a todos sin excepción y que os llama a todos por igual con el hermoso nombre de “hijos”? ¿Acaso entonces este amor que me ofreceríais no se convertiría, bajo Mi impulso, en un amor activo, que se extendería al resto de la humanidad, que aún no conoce esta comunidad de los cristianos ni mucho menos a Aquel que los creó y que es su Padre?”

Entonces, vemos que el amor al prójimo adquiere un esplendor muy distinto cuando no sólo brota de la buena voluntad; sino que se alimenta del amor de Dios. El profundizar en la fe y el conocer mejor a Dios llevan al auténtico amor al prójimo, porque entonces veremos en él a un hijo de Dios y lo amaremos con un amor sobrenatural, que es más capaz de sufrir y que incluso puede llegar a amar a los enemigos.

Con este trasfondo, también resulta evidente la primacía del anuncio por encima de las obras de misericordia corporales, porque fue esto lo que el Señor encomendó a Su Iglesia (cf. Mt 28,19-20). Se trata de transmitir la fe tanto en palabras como en las obras, sin caer en el engaño de que hoy en día lo primero ya no sería tan importante.

El cultivo y el crecimiento del amor a Dios tiene tal prioridad que existen en nuestra Iglesia comunidades contemplativas, que, apartadas del mundo, sirven a Dios; y, a través de esta entrega, fructifican todo el apostolado de la Iglesia. ¡Estas vocaciones siempre fueron especialmente valoradas!

Si hoy en día ya no resulta tan claro este aprecio, y si quizá se pretende modernizar los monasterios, esto manifestaría un decrecimiento en la comprensión de la importancia de la vida contemplativa, que está totalmente enfocada en el amor de Dios y en el amor a Dios.

Por eso, yo –el Hermano Elías– quisiera aprovechar esta ocasión para mandar un saludo especial a los monasterios carmelitas, a las clarisas y a otras comunidades y vocaciones contemplativas. ¡No se dejen confundir por el espíritu del tiempo, creyendo que ha llegado el momento de modernizarse y adaptarse al espíritu del mundo, puesto que al momento ésta es la tendencia general! ¡Esto es un error! ¡Dios es y seguirá siendo el “gran tema”, y todo lo demás se deriva de Él! ¡Permanezcan fieles a su vocación y presérvense de toda manifestación de un “culto al hombre”! ¡No se dejen asustar por aquellos que, en su ceguera, no saben lo que hacen! Ellos piensan de forma equivocada y están imbuidos del espíritu del mundo, que se supone que deberían vencer en el Señor (cf. Jn 16,33). ¡No les sigan!

Lo que he dicho para los monasterios contemplativos, aplica también para todos los que siguen al Señor.

Escuchemos, entonces, atentamente lo que el Padre nos da a entender a través de la Madre Eugenia en este Mensaje: “¿No es cierto que me amaríais como tiernos hijos, si conocierais a este Padre que os ama a todos sin excepción y que os llama a todos por igual con el hermoso nombre de “hijos”? ¿Acaso entonces este amor que me ofreceríais no se convertiría, bajo Mi impulso, en un amor activo, que se extendería al resto de la humanidad?”

Para nosotros, los hombres, el gran tema es Dios; así como para Su amor somos nosotros el gran tema. Si nos sumergimos en éste Su amor, seremos capaces de amar como Él. ¡Sólo Dios basta, y todo lo demás se nos dará por añadidura (cf. Mt 6,33)!

Un aviso final: Desde que concluimos la Novena a Dios Padre, habíamos invitado a aquellos que se sintieron particularmente llamados a honrar a la Primera Persona de la Santísima Trinidad a que se reportaran con nosotros, como representantes de su respectiva nación, para que juntos le demos a nuestro Padre Celestial aquel culto y amor que Él pide en el Mensaje dado a la Madre Eugenia Ravasio. Si alguien no había escuchado esta invitación y también quisiera formar parte de esta “Obra de amor” del Padre Celestial, aún puede enviarnos un correo a la siguiente dirección, señalando su nombre y el país de donde viene: contact@jemael.org.

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