Aguardar con paciencia la Venida del Señor

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St 5,7-10

Hermanos: tened, pues, paciencia hasta la Venida del Señor. Fijaos en el labrador, que espera con paciencia que la tierra dé su precioso fruto, hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia y fortaleced vuestro corazón, porque la Venida del Señor está cerca.

Hermanos, no os quejéis unos de otros, para no ser juzgados. Tened presente que el Juez está ya a las puertas. Hermanos, tomad como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

La Segunda Venida del Señor… ¡Cuánto tiempo lleva la Iglesia aguardándola! Pero, ¿será que aún la espera? ¿Está consciente de que cada día que pasa nos acerca más al Retorno de Cristo?

A lo largo de la historia de la Iglesia, hubo aquí y allá movimientos que veían inminente el fin del mundo, suscitando así las reacciones correspondientes. Sin embargo, algunas de estas reacciones indujeron a error a las personas y las dejaron decepcionadas, puesto que el Señor no retornó conforme a lo que se esperaba. En consecuencia, se intentaba entonces reubicar la supuesta fecha de su Advenimiento. Y cuando nuevamente no se cumplía, podía suceder que, o bien se volviese a señalar otro tiempo más, o se cayera en resignación y se perdiese totalmente de vista el Retorno del Señor.

Precisamente temas como éste requieren de una especial sobriedad, lo cual no significa, de ninguna manera, que se las pierda de vista o no se las incluya conscientemente en nuestra realidad de fe.

En la lectura de hoy, el Apóstol Santiago nos indica la paciencia como actitud básica en la cual hemos de aguardar el Advenimiento del Señor. Ahora bien, la paciencia no puede confundirse con un letargo, con un temperamento flemático, al que nada ni nadie puede sacarlo de su quietud. Tampoco puede igualársela a una indiferencia estoica frente a las cosas y circunstancias.

Antes bien, la paciencia es saber esperar el momento oportuno, el cual no podemos determinar por nuestra propia cuenta. Se trata, entonces, de someterse conscientemente a los tiempos del Señor. En el texto de hoy, se lo compara con la maduración natural de la cosecha, la cual el labrador no puede más que aguardar, mas no determinar por sí mismo. Él pone su confianza en el proceso natural… Nosotros, en cambio, estamos llamados a colocar nuestra confianza en la Providencia de Dios, quien hace que cada cosa suceda en el momento oportuno y lo tiene todo en Sus manos.

Esta actitud paciente no excluye, de ningún modo, el ardiente anhelo de que el Señor venga pronto, ni el estar pendientes de los signos reales de su Retorno, ni el invocar constantemente su Advenimiento, ni el fervor de hacer todo lo que nos haya sido encomendado… En todo ello, nos abandonamos una y otra vez en el Señor y aguardamos con paciencia. Por más que suene paradójico, podemos practicar santa paciencia en una santa impaciencia.

Pero la lectura de hoy nos da también otras indicaciones respecto a cómo hemos de esperar a Cristo:

“Fortaleced vuestro corazón, porque la Venida del Señor está cerca.”

Aquí el Apóstol podría estarse refiriendo a la virtud de la fortaleza. Hemos de entrar en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones, sin dejarnos desanimar. Hemos de asumir el combate que nos ha sido encomendado, levantarnos después de las derrotas, confiar en la bondad del Señor y continuar. Fortalecer el corazón, quiere decir arraigarlo en el amor y en la verdad, convertirlo en un baluarte contra las tinieblas, cobijarlo en el corazón de Jesús…

“No os quejéis unos de otros, para no ser juzgados.”

Aquí podría referirse a la acusación del hermano, al hablar mal el uno del otro, al no querer ayudar al prójimo a superar sus faltas; sino usarlas en su contra. Cuando uno cobra consciencia de sus propias faltas, podría volverse más fácil el trato paciente con las faltas del prójimo. Se refiere aquí, entonces, a un juicio falto de amor, que atrae a su vez el Juicio de Dios.

“Tomad como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.”

En primer lugar, tenemos al Señor mismo como modelo, pero también a muchos otros que nos señalan cómo soportar los sufrimientos y hacerlos fecundos. La clave para ello consiste en aceptar el sufrimiento de la mano de Dios, con actitud de confianza. Esto no siempre es fácil, porque, naturalmente, preferimos evadir el sufrimiento y a menudo no comprendemos por qué nos sobreviene. Pero aquí entra en juego una vez más la paciencia. ¡Nada sucede sin la Voluntad del Señor, sea activa o permisiva! Por eso, hemos de poner la mirada en Dios y en aquellos que soportaron los sufrimientos con paciencia. No solamente podemos tomarlos como modelo; sino, además, pedir concretamente su ayuda e intercesión.

Finalmente, un último aspecto sobre el texto bíblico de hoy: llama la atención el hecho de que se mencione tres veces la Venida del Señor que aguardamos. Esta consciencia, que ha de llenarnos, nos urgirá aún más a poner en práctica los consejos del Apóstol Santiago. Así como movilizaríamos todo en nosotros para unirnos al Señor si supiéramos que nuestra muerte es inminente, así también debemos vivir toda nuestra vida con gran vigilancia y santa sobriedad, puesto que no conocemos ni el día ni la hora del Retorno de Cristo (cf. Mt 24,36).