Acerca del «Documento sobre la Fraternidad humana» (Parte I)

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Al empezar el “ciclo de espiritualidad”, había mencionado que podría interrumpirlo en caso de que surgiese un asunto de actualidad, para esclarecerlo en el discernimiento de los espíritus. Esto es lo que haré en la meditación de hoy y de mañana.

El cuatro de febrero, el Papa Francisco y un imán musulmán firmaron una declaración conjunta sobre la fraternidad humana, que ha generado inquietud entre algunos fieles. Es un texto extenso, que podrá encontrarlo en el internet todo el que quiera estudiarlo con más detenimiento. Hay varios pasajes que causaron irritación, pero el énfasis estuvo en una frase en particular, que realmente debe ser clarificada.

Si uno se centra en este pasaje de la declaración, que, por lo demás, contiene ciertamente también muchas afirmaciones positivas, no significa que se le esté buscando la “quinta pata al gato”, queriendo ver errores y faltas por doquier. Antes bien, el asunto en cuestión es fundamental para la comprensión de la evangelización, que hace parte de la tarea principal de la Iglesia. Es por eso que se requiere la clarificación de esta frase; no sea que se paralice el celo de anunciarles la Buena Nueva a los hombres en todo tiempo.

El mencionado pasaje dice así:

“El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.”

(Firmado en Abu Dabi, 4 de febrero de 2019: Su Santidad Papa Francisco y Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb)

Sin duda es Voluntad de Dios que exista la diferencia de sexos entre hombre y mujer, y que las diversas razas y etnias hagan parte de la riqueza de la vida humana. Pero decir que es Voluntad de Dios que hayan diferentes religiones es tan confuso que uno tiene que preguntarse qué es lo que se está queriendo decir.

En primera instancia, es importante que se distinga sutilmente entre la Voluntad activa de Dios, que expresa directamente sus planes e intenciones; y la Voluntad pasiva de Dios, que corresponde a lo que Él permite que suceda. En este último sentido, Él puede integrar en su plan de salvación también los caminos equivocados. Establecer esta diferencia es esencial; de lo contrario, caemos en confusión. Dios no quiere el mal, ni el error ni tantas otras cosas que no son Sus caminos. Pero Él, en su Omnipotencia, sabe valerse de todo ello, y la fe nos enseña que aún los astutos planes del Diablo acaban sirviendo para el bien.

Ahora, si aplicamos esta diferenciación, debemos decir que la mencionada frase, tal como está formulada, designando a las muchas religiones como queridas por Dios, es más que confusa, porque contradice al testimonio de la Sagrada Escritura y a la precedente doctrina de la Iglesia Católica.

A partir del Concilio Vaticano II, podemos ver una mayor apertura para reconocer el valor de otras religiones, y se procura descubrir y fomentar las “semillas del Verbo” que están presentes en ellas. Sin embargo, esto no significa que se pueda poner a las otras religiones a un mismo nivel, como si fuesen caminos opcionales hacia la salvación, de manera que, a fin de cuentas, daría prácticamente lo mismo a qué religión pertenezco, porque en su diversidad Dios las ha querido así. Si éste fuera el caso, la misión de la Iglesia se reduciría a fomentar lo que tenemos en común con las otras religiones, y luchar por valores como la paz y la justicia.

¡Pero esta posición contiene un grave error! Jesús mismo declara: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y “nadie va al Padre si no es por mí” (Jn 14,6). Y conocemos bien el mandato que confió a sus discípulos y, a través de ellos, a la Iglesia de todos los tiempos: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19).

La Voluntad de Dios es, entonces, que todos “los hombres lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4), y, como Él mismo nos lo manifestó, quiere que reconozcamos y sigamos a su Hijo, para recibir en Él la salvación. Dios no podría, al mismo tiempo, querer intencionalmente la diversidad de religiones, que a menudo tienen grandes errores y no son capaces de reconocer, en el Espíritu Santo, la verdadera identidad de Jesús. Los musulmanes, por ejemplo, lo veneran como profeta, pero no lo reconocen como Hijo de Dios y rechazan a la Santísima Trinidad.

Quizá algunos pondrían objeción, diciendo que el único propósito del Papa era el de construir un puente, para que haya más paz y comprensión entre las religiones. Tal vez haya muchos que incluso estén entusiasmados de que un líder musulmán se haya unido a esta declaración, y que así se está abriendo camino para la paz… Ciertamente el Papa y sus colaboradores lo verán de esta forma.

Pero aquí hay que hacer un claro discernimiento: ¿Será correcto hacer públicamente una afirmación tal, sólo para llegar a una declaración común con un líder musulmán y para fomentar así una posible paz? ¿O acaso hay ciertos representantes de la Iglesia que están renunciando a la misión o la interpretan de otra forma?

Este tema tendremos que retomarlo mañana, pero por hoy dejemos en claro estos dos puntos:

  • La verdadera y duradera paz vendrá sólo a través de Jesucristo; es decir, en el encuentro con el Hijo de Dios y en la fe en Él.
  • Esta afirmación, mientras no se la clarifique, estaría aboliendo o, al menos, debilitando la misión de la Iglesia. Y esto sería una injusticia tanto con Dios, porque a Él le da gloria que los hombres reconozcan a su Hijo y lo anuncien; como también con los hombres, porque se trata de su salvación.

Para evitar malentendidos: No pretendo criticar el hecho de que el Papa fomente la Paz y se encuentre con representantes del Islam. Cada paso en pro de una verdadera paz es bueno. Tampoco digo que no se pueda ver los valores que hay en las otras religiones, las “semillas del Verbo”.

Pero lo que no puede suceder es que, voluntariamente, se le ponga restricciones a la misión principal de la Iglesia, que es el anuncio del Evangelio, y que nuestra fe católica sea incorporada a un tejido de diversas religiones, a un mismo nivel con todas ellas.

¡Esto no puede suceder! Y no es que los católicos nos sintamos superiores con nuestra religión o queramos imponerla por sobre todo, sino que simple y sencillamente ella es depositaria de la Verdad revelada por Dios.

Por eso urge una clarificación de este asunto… ¡Esperemos que así suceda!