Nadie puede arrebatarlas de mi mano

Jn 10,22-30

Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” Jesús les respondió: “Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.”

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UN SABIO CONSEJO

“Mi pasado ya no me preocupa; pertenece a la misericordia divina. Mi futuro no me preocupa todavía; pertenece a la providencia divina. Lo que me preocupa y me exige es el hoy, que pertenece a la gracia de Dios y a la entrega de mi corazón, de mi buena voluntad” (San Francisco de Sales).

Si nos tomamos en serio estas palabras de San Fransciso de Sales, podremos deshacernos de muchas cargas que agobian nuestra vida y despertaremos al “ahora”, por así decirlo.

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La guía del Espíritu Santo

Hch 11,1-18

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos residentes en Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los (partidarios) de la circuncisión se lo reprochaban, diciéndole: “Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.” Pedro entonces se puso a explicarles todo punto por punto: “Estaba yo en oración en la ciudad de Jope, cuando tuve una visión en éxtasis: un objeto parecido a un gran lienzo, atado por las cuatro puntas, bajaba del cielo y llegó hasta mí. Lo miré atentamente y vi en él cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves.

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NUESTRO PADRE SE VALE DE NUESTRAS CAÍDAS 

“A menudo el Señor permite que caigamos para que el alma se vuelva humilde” (Santa Teresa de Ávila).

El amor de nuestro Padre –siempre pendiente de la salvación de nuestra alma– sabe integrar en su plan de salvación incluso las debilidades de nuestra naturaleza humana. Esta certeza es muy reconfortante, porque generalmente no podemos superar nuestras debilidades de un día para otro, sino que tenemos que luchar durante mucho tiempo y contar con la ayuda del Señor hasta lograr refrenarlas al menos medianamente. La perspectiva de que Dios es capaz de sacar provecho de nuestras caídas –que a menudo nos resultan dolorosas, vergonzosas y humillantes– nos da esperanza y confianza en nuestro Padre.

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Los pastores deben estar vigilantes

Jn 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, que no es propietario de las ovejas, abandona las ovejas y huye, cuando ve venir al lobo; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. Como es asalariado, no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí; del mismo modo, el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y doy mi vida por las ovejas.

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EL DON DE SABIDURÍA

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Con el último y más hermoso de los dones del Espíritu Santo –el de la sabiduría– podemos saborear interiormente el amor que nuestro Padre nos tiene. Aquí no se trata, en primera instancia, de conocerlo a través del entendimiento o de penetrar en los misterios divinos, como habíamos considerado en el don que meditamos ayer, sino que se trata del “dulce sapere”, del “dulce sabor” de la sabiduría.

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El Espíritu da vida

Jn 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero Jesús, sospechando que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?… El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

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EL DON DE ENTENDIMIENTO

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Hemos meditado cómo el don de ciencia nos ayuda a centrar todo nuestro corazón en el Padre Celestial, evitando que el apego natural a las cosas creadas se nos convierta en obstáculo para la unificación con Dios.

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El gran milagro de la conversión

Hch 9,1-20

En aquellos días, Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.”

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