“NO TEMAS A NADA NI A NADIE”

“No temas a nada ni a nadie, pues Yo soy tu Padre” (Palabra interior).

Como nos dice la Sagrada Escritura, nuestro Padre quiere que, en la certeza de su amor, recorramos nuestro camino a través del tiempo. Hay tantas cosas terribles en este mundo, tantas cosas que nos asustan. Jesús mismo nos lo dice: “En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

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Imitando al Apóstol

Fil 4,10-19

Hermanos: Me alegré mucho en el Señor de que por fin hayáis podido manifestar de nuevo el afecto que ya me teníais, aunque no se había presentado ocasión de expresarlo. No os lo digo porque esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo: he aprendido a vivir en la pobreza, he aprendido a vivir en la abundancia, estoy acostumbrado a todo en todo lugar, a la hartura y a la escasez, a la riqueza y a la pobreza.  leer más

DESPERTAR EL AMOR

“Puedes despertar aún más al amor, para que te inunde por completo. Esto es lo que el amor quiere y para esto te busca” (Palabra interior).

El amor no tiene límites, porque “Dios es amor” (1Jn 4,16). Así nos lo describe la Sagrada Escritura. No hay nada más importante que vivir en el amor, “pues el amor cubre multitud de pecados” (1Pe 4,8).

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5), que clama “Abbá, Padre”(Gal 4,6).

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El Buen Pastor y los Suyos

Jn 10,11-18

Lectura correspondiente a la memoria de San Carlos Borromeo

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. leer más

SOMOS LA ALEGRÍA DE NUESTRO PADRE CELESTIAL

“Mi alegría al estar entre vosotros no es menor a la que experimentaba cuando estaba junto a mi Hijo Jesús durante su vida terrenal” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

¿Quién podría complacer a nuestro Padre tanto como su Hijo Unigénito, que le fue obediente hasta la muerte? ¡Y qué alegría debió ser para el Padre escuchar el “sí” de la Virgen María a su Voluntad!

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La sublimidad del conocimiento de Cristo

Fil 3,3-8

Tened en cuenta que los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, sin poner nuestra esperanza en la carne, aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo. Fui circuncidado al octavo día; pertenezco al linaje de Israel, a la tribu de Benjamín; soy hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto a la justicia que proporciona la Ley, intachable.

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UN CORAZÓN TRANSFORMADO

“Hace falta que tengáis un corazón transformado, totalmente enfocado en Dios; un corazón vigilante, atento y lleno de amor. Sólo entonces podréis entender los planes de Dios y trabajar por la paz” (Palabra interior).

Nuestro Padre, que es la fuente de la verdadera unidad y paz entre los hombres, nos invita a cooperar en los planes de la salvación. Él nos concede un corazón nuevo, del cual han de manar, bajo el influjo de la gracia, torrentes de agua viva para el mundo (cf. Jn 7,38).

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Las almas en estado de purificación

Lam 3,17-26

 Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.” Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

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LA VERDADERA UNIDAD

“Nos llamamos hijos de Dios, ¡y lo somos!” (1Jn 3,1). 

Ser hijos de Dios es una gran predilección suya por nosotros, y a esta dignidad están llamados todos los hombres. Así, el Padre une a los hombres en sí mismo. Él es el verdadero fundamento de la unidad de la humanidad; una unidad que los hombres buscan de tantas diversas maneras, pero que jamás podrán alcanzar si no la cimientan en Dios. La unidad entre todos los hombres radica en Dios mismo y sólo podrá hacerse realidad en la medida en que nosotros vivamos realmente como hijos suyos. El Profeta Malaquías nos dice:

“¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios?” (Mal 2,10)

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El llamado universal a la santidad

Ap 7,2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del Oriente con el sello del Dios vivo. Gritó entonces con voz potente a los cuatro ángeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar: “No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.” Pude oír entonces el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. leer más