“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu callado me sosiegan” (Sal 23,4).
¿Quién no ha atravesado cañadas oscuras en la vida? ¿Quién no percibe los abundantes peligros que nos rodean? Muchas veces incluso están presentes en nuestro interior e intentan devorarnos. Pero también la vida en este mundo habla de la oscuridad del alejamiento de Dios.