“Hace falta que tengáis un corazón transformado, totalmente enfocado en Dios; un corazón vigilante, atento y lleno de amor. Sólo entonces podréis entender los planes de Dios y trabajar por la paz” (Palabra interior).
Nuestro Padre, que es la fuente de la verdadera unidad y paz entre los hombres, nos invita a cooperar en los planes de la salvación. Él nos concede un corazón nuevo, del cual han de manar, bajo el influjo de la gracia, torrentes de agua viva para el mundo (cf. Jn 7,38).