UN CORAZÓN NUEVO

“Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26).

¡Lo que está en juego es el corazón del hombre! ¿A quién le pertenece?

Nuestro Padre Celestial quiere habitar en nuestro corazón y hacerlo receptivo a su amor, que sin cesar nos ofrece. El corazón nuevo que Él nos da es uno que ya no se endurece, que no se cierra más al amor, que se ensancha frente a las necesidades de todos los hombres, que ya no tolera la frialdad que aún descubre en sí mismo y permite que el amor de Dios derrita la capa de hielo que a menudo lo rodea.

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¡Ay de los impíos!

Am 6,1a.4-7

Esto dice el Señor omnipotente: “¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión,
confiados en la montaña de Samaría! Se acuestan en lechos de marfil, se arrellanan en sus divanes, comen corderos del rebaño y terneros del establo; canturrean al son del arpa e inventan como David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas,
se ungen con el mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los deportados, y se acabará la orgía de los disolutos”.

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El corazón anclado en Dios

Ecl 11,9–12,8

 Disfruta, muchacho, en tu juventud, pásalo bien en tu mocedad. Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te juzgará Dios. aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu cuerpo, que juventud y mocedad son efímeras. Acuérdate de tu Creador durante tu juventud, antes de que lleguen los días aciagos y alcances los años en que dirás: “No me agradan.” Antes de que se oscurezca la luz del sol, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia.

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CONFÍA EN MÍ

Hoy se cumplen cien días desde que empezamos con estos impulsos diarios para conocer, honrar y amar más profundamente a nuestro Padre Celestial; es decir, que esta es la centésima meditación de los “3 minutos para Abbá”. Entonces, tenemos razón suficiente para agradecer a nuestro Padre y a todos aquellos que cooperan con nosotros, oran por nosotros y nos escuchan. 

“¡Confía en mí, yo soy tu Padre!” (Palabra interior).

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LAS BUENAS OBRAS QUE DIOS DISPUSO QUE PRACTICÁRAMOS 

“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para hacer las buenas obras, que de antemano dispuso Dios que practicáramos” (Ef 2,10).

El Padre ha preparado todo para nosotros. Así, no se trata primordialmente de hacer realidad nuestras propias ideas en nuestra vida. En efecto, éstas son limitadas e incontables, se alinean una tras la otra sin señalarnos realmente el camino a seguir.

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Todo tiene su momento

Ecl 3,1-11

Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse.

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PERMANECE EN MÍ Y YO EN TI

“Permanece en mí y yo en ti” (Palabra interior).

Permanecer significa detenerse y no continuar inmediatamente a una siguiente actividad. También podríamos hablar de “disfrutar”. En las cosas terrenales no podemos detenernos. Si lo hiciéramos, les daríamos una importancia que no les corresponde y nosotros mismos tampoco obtendríamos ningún verdadero beneficio, pues nuestra alma no se llenaría de aquello que en lo profundo anhela.

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La limitación de lo creado

Ecl 1,2-11

¡Vanidad de vanidades! -dice Qohélet-, ¡vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra permanece donde está. Sale el sol, se pone el sol; corre hacia su lugar y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira al norte; gira y gira y camina el viento.

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MI CORAZÓN TE PERTENECE

“Mi corazón te pertenece y tu corazón me pertenece” (Palabra interior).

¡A tal punto nuestro Padre quiere estar unido a nosotros! No olvidemos nunca que la relación de amor entre Dios y los hombres es una historia de amor. El Señor quiere que el carácter de esta relación que Él procura tener con sus hijos corresponda a las palabras citadas: “Mi corazón te pertenece y tu corazón me pertenece”.

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La paciencia

Ef 4,1-7.11-13 

Hermanos: Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados.

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